viernes. 03.05.2024

Debate fiscal en España: entre la realidad y la demagogia

 

Telediarios, portadas de periódicos, programas de radio e hilos de X (antes Twitter) han abierto su escaleta con lo relativo al pago de impuestos y la elevada cuantía que pagamos los españoles. Una vez servido el debate, se han expuestos distintas opiniones (digo opiniones porque prima la demagogia pobre frente a la pulcritud de los datos) acerca de si el total que pagamos es excesivo o no. Una pregunta que hecha a cualquier trabajador diría que sin ningún lugar a dudas. Siendo una verdad irrefutable, existen bastante reticencia a aceptarlo porque haría caer sus dogmas estatistas…

Algo que hay que reconocer es que cuando hablamos de impuestos, existe una clara: son números. Una disciplina como la fiscalidad y/o tributación, parte de una ciencia numérica como es la economía. Aun así, no es capaz de erradicar el -vacío- razonamiento de “que lo paguen los ricos”. Y es que, si algo hay que reconocerle a estos economistas progresistas, es que su figura es la usada por esos magos que mueven tanto la pelota hasta que la pierdes de vista, son los perfectos trileros y con los impuestos y su mensaje no iban a ser menos. Son una especie de sumisos ante los dogmas socialistas que veneran al “Dios Pogre”. Defienden que España no está tan mal (hace meses decían que iba como una moto) porque hay otros países que tienen una estructura impositiva más alta. La evidencia muestra que desde que llego Sánchez hasta el año 2022, España ha sido el país que más ha aumentado la presión fiscal bajo el lema y bandera de la “armonización fiscal”. Concretamente, un aumento de 2.9% en relación al Producto Interior Bruto siendo el mayor aumento de la eurozona y lejos de la media que ha sido de un 0.1% aproximadamente.

Confluyen dos sucesos que hacen que seamos más pobres: incremento en el pago de impuestos y pérdida de poder adquisitivo. ¿Pago más en el supermercado (indirectos) y me quitan más vía impuestos (directos)? Efectivamente. Vayamos ahora a la explicación más detallada.

Las figuras que han soportado dicho aumento de recaudación han sido: IRPF y Cotizaciones Sociales, es decir, gravando -excesivamente- a los hogares. Para explicarlo de una forma más visual, 2 de cada 3 euros recaudados en el período Sánchez han recaído sobre las familias. Siendo más visual aún, ese aumento se puede cuantificar en 3.890 euros. Este (sobre)esfuerzo se podría haber paliado de forma parcial vía deflactación del IRPF como motivo de la inflación. Al igual que se actualizan las pensiones conforme al IPC como se estableció en el Pacto de Toledo.

A decir verdad y desgranando nuestra tributación, cada 100 euros que se pagan de impuestos, 32 son vía impuestos indirectos, los otros 32 vía impuestos directos y los 36 euros restantes, vía cotizaciones sociales.

No recuperamos la productividad pre-pandemia por varios motivos: se está troceando el trabajo (menos horas trabajadas y más distribuidas), aumento de ayudas que no fomentan el trabajo y una formación y contratación que no se encuentran en sintonía. Si a eso le sumamos que España grava más el capital y el trabajo que la media de la Unión Europea, entendemos la alta presión fiscal y el fracaso del empleo en nuestro país. 

Citando al bueno de Espinosa de los Monteros y recuperando al “Dios Pogre”, cabe recordar uno de sus símiles más ilustrativos que dice así “Progresista es a progreso, lo mismo que carterista a cartera” (sic). Quiero confiar que cuando logren salir de esa oscuridad limitante de la que nos hablaba Platón en la alegoría de la caverna, descubrirán que no es un “Dios Pogre” sino un “Dios Pobre” y puedan guiar a sus compatriotas. Confiemos en que no le pase como a Sócrates.  

Desde una óptica liberal/propositiva, y viendo el aumento desmedido de figuras tributarias como el IRPF o el IVA, es más justo no gravar el trabajo y gravar más el consumo. Ante esta dicotomía, cabe reflexionar sobre la preparación social acerca de aumentar el IVA de forma considerable y bajar, de igual forma, el impuesto que grava su trabajo.  La conclusión de esta situación no es grave y preocupante para el bolsillo actual del trabajador y su familia, sino que también para el futuro. Con estas medidas, la economía se está ralentizando mientras no conseguimos recuperar ciertos niveles pre-pandemia. Una de las noticias que más alivia es que no han conseguido aprobar este año Presupuestos Generales y es que se habían comprometido a aumentar la presión fiscal un 0.5% más. Para traducirlo y que sepamos percibir ese aumento que porcentualmente parece minúsculo, es de unos 370 euros de media por familia. Ante el fetichismo desarrollado sobre el aumento de presión fiscal por creer/confiar en que seremos más prósperos, creo que no hay forma más simple de representarlo que con la curva de Kuznets que explica que la subida puede tener un efecto óptimo pero que el exceso puede provocar una caída drástica.

 

 

Debate fiscal en España: entre la realidad y la demagogia