sábado. 20.04.2024

Quizás fuera mi condición de malagueño la que en abril de 1973 me llevase a que, mientras estudiaba en la universidad, me presentase como voluntario para realizar el servicio militar en el Regimiento Aragón nº 17. Pronto llegaron ascensos, a cabo en septiembre y a cabo 1º en enero de 1974.


El paso por la entonces recién creada Academia General Básica de Suboficiales fue el escalón para la promoción a suboficial y pasar a ser un profesional de las Fuerzas Armadas. Tres años después, ya con los galones de sargento en las mangas del uniforme, formé en el Batallón Colón XXIV, en Irún (Guipúzcoa). Aquel fue un destino bonito y duro en el que contribuyeron el recio clima del norte y las características de una unidad de cazadores de montaña en ocasiones con operaciones de extrema dureza física en cuyas filas se contaba con mulos para realizar transportes de material y armamento a lomo. Aquella etapa estuvo marcada por el terrorismo de ETA y las acciones del gobierno español para intentar frenarlo controlando la frontera, que generaron la operaciones de impermeabilización en el Pirineo en las que intervine durante varios meses.


En el año 1981 conseguí destino en el Regimiento Melilla n º 52, asentado en la capital malagueña. A partir de 1988 inicié una nueva etapa con una corta estancia en la USAC “General Ricardos” en Barbastro (Huesca) y después, en el Gobierno Militar de Málaga.


La disolución de la Academia de Mandos Legionarios y la oferta de la reserva transitoria propició la marcha de numerosos cuadros de mando de la escala legionaria. A la vez, abrió las puertas de La Legión a los suboficiales de escala Básica. De esta manera en 1990 con el empleo de sargento 1º conseguí destino en el Cuartel General del Mando de La Legión, entonces de guarnición en Málaga. Se cumplía para mí un deseo que tenía desde que siendo niño, en compañía de mis padres conocí a estas fuerzas escoltando la noche del Jueves Santo al Cristo de la Buena Muerte, el conocido como Cristo de Mena.


Aún recuerdo la cordial acogida que recibimos de parte de algunos oficiales y suboficiales de la Escala legionaria, entre estas la del comandante Echenique Erdozain, que era capitán cuando llegué en 1990 y nos dispensó una amable acogida y un excelente trato a los primeros suboficiales que llegamos procedentes del Ejercito, siendo a lo largo de los años buen jefe, buen compañero y una persona elegante y leal con sus subordinados; también recuerdo a algunos suboficiales como el brigada Manolo Sans y los sargentos Rafael Molina y Guillermo Castrillo.


Entonces me adentré en la historia de La Legión y de la Cofradía de Mena. Descubrí como en 1930 La Legión participó por primera vez en el desfile procesional de Mena por las calles de Málaga y precisamente fue una unidad de La Legión de Ceuta, la 18 compañía, que entonces mandaba el capitán laureado Martínez Anglada la que realizó la escolta del Crucificado.


Después, en 1931 el Cristo de Pedro de Mena fue destruido por revolucionarios y hubo de ser un joven artista, Palma Burgos, quien tallase de forma magistral con su gubia un nuevo Cristo para la Congregación del Cristo de la Buena Muerte. En 1943, La Legión regresó a las calles de Málaga con el nuevo Crucificado y desde entonces la vinculación se ha ido estrechando.


La creación de la Brigada de La Legión Rey Alfonso XIII en 1995 supuso el traslado de la unidad a Almería. En junio los componentes del Cuartel General del Mando de La Legión al Mando del Tcol. Muñoz Muñoz entrabamos desfilando en la base “Álvarez de Sotomayor” de Viator. El traslado profesional conllevó el traslado familiar.


Aquel año viví en Almería los actos del 75 aniversario de la fundación de La Legión a los cuatro meses de la llegada del Mando de La Legión, ya formada la brigada y con el equipo de aposentamiento del Tercio 3º que llegaría a Viator a los pocos meses procedente de Fuerteventura.


Los primeros años de la brigada fueron intensos, participamos en maniobras destacadas como las Toro 96 o las Strong Resolve, la unidad se iba perfilando y pronto, en el año 1996 llegó la prueba de fuego con la creación de la Brigada SPABRI III, predecesora de otras muchas misiones internacionales realizadas brillantemente por la unidad al cabo de los años. En aquella ocasión tuve la fortuna de participar en una misión de la OTAN en la antigua Yugoslavia con la Brigada Española SPABRI III que mandaba el general Zorzo Ferrer, formando en su Cuartel General.


A mi regreso, en abril de 1997, tuve ocasión de ser uno de los fundadores de una nueva unidad legionaria, la Bandera de Cuartel General.

 

A cargo de la habilitación del Cuartel General, mi conocimiento de Málaga, de la Congregación de Mena y mi antigüedad como suboficial condujeron a mi participación en el equipo organizador de los actos de Mena en Semana Santa. La primera ocasión fue a las órdenes del comandante Ruiz Benítez, antiguo componente del Tercio “Duque de Alba”, congregante de Mena y entonces jefe de la sección de Asuntos Civiles del Cuartel General de la BRILEG. De esta manera me vi incluido en el equipo que organizaba y coordinaba la Semana Santa durante varios años.


Así de una Semana Santa a otra, coincidiendo en los actos militares, conocí a gentes entrañables de la Congregación como Antonio Jesús González, Antonio De La Morena, Juan Carlos Ortega, Yayo… No puedo dejar de recordar a legionarios excepcionales que formaban en las escuadras de gastadores, algunos repitiendo año tras año en las guardias y en los solemnes actos de entronización; los de las diferentes compañías de honores, y también a los portaguiones de las unidades, suboficiales veteranos como los subtenientes Remón, Herrera, Fuerte Sandino y el sargento 1º Pacheco, que repetían año tras año en los desfiles procesionales con el Cristo de la Buena Muerte.


Eran unas semanas intensas en trabajo, pero también en religiosidad y convivencia entre legionarios y congregantes de la Cofradía. Un acto destacado donde tuve la oportunidad de participar fue la conmemoración en el año 2002 de los 75 años de vinculación de La Legión con la Congregación de Mena.


En julio de 2003 la promoción a suboficial mayor me alejó definitivamente del equipo de asuntos civiles con Mena. El cambio de destino al Campo de Maniobras de Chinchilla (Albacete) me trasladaba a otros cometidos profesionales; pero también respecto a la Semana Santa.


En el año 2005 viví con gran alegría el regreso a la Bandera de Cuartel General de la BRILEG con el empleo de suboficial mayor. El nuevo destino me devolvió a una unidad que conocía con detalle y en la que había dejado, con mi obligado traslado, entrañables amigos y compañeros, notables profesionales con quienes volvía a coincidir.


Mi último jefe de Bandera fue el teniente coronel Manso Serrano, el jefe de la unidad cuando me llegó el momento del pasé a la reserva y quien mandaba la compañía de Cuartel General aquel 1 de junio de 1995 cuando entramos desfilando para formar parte de la BRILEG en la Base militar “Álvarez de Sotomayor”. El teniente coronel Manso tuvo la deferencia de titular la Sala de honor de la Bandera con el nombre de SUBOFICIAL MAYOR CORTÉS VILLODRES.


Aquella etapa como suboficial mayor en la Bandera de Cuartel General, fue diferente a cualquier tiempo anterior y muy especial, una etapa en la que se consiguió una unidad muy capacitada y dispuesta para cumplir con las heterogéneas misiones que se le encomendaban.


El hermanamiento de la Bandera del Cuartel General con la Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores y de la Soledad, de Alhama de Murcia, condujo durante varios años, mis pasos hacia tierras murcianas en las noches del Viernes de Dolores dado que en Alhama intervenía la Unidad de Música, la Banda de Guerra y un piquete de honores.


Mi paso a la reserva en mayo de 2010 supuso un enorme cambio en la vida. Mi despedida estuvo recompensada con el nombramiento de Consejero de Honor de la Congregación de Mena. Mis contactos con Mena habían dejado poso y no puedo negar mi orgullo ante el nombramiento que la Congregación que lleva el nombre del Cristo que en el siglo XVII talló Pedro de Mena, tuvo en su momento la deferencia de otorgarme.


Por su parte, la Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores, me hizo la distinción de nombrarme Hermano Honorario.


Desde fuera de filas se vive una emoción difícil de describir al seguir viendo por las calles malagueñas la noche del Jueves Santo a mis compañeros legionarios escoltando a nuestro Cristo, entonando El Novio de la Muerte y a los numerosos amigos de la Congregación.


Viendo, desde un lugar anónimo en el largo recorrido de la procesión, acercarse a los legionarios, escuchando el himno en la distancia, ver al Cristo aproximarse a hombros de los congregantes. En unos minutos, en la noche malagueña, entre la muchedumbre, entono El Novio de la Muerte, rezo al Cristo una oración y aun me quedan unos instantes para pasar revista a los paños de los guiones que participan en la solemne procesión y recordar a los amigos y compañeros que se marcharon y ya están con Él antes de que reanuden el paso y desaparezcan de la vista.


Hoy, en este hito de la historia legionaria que es el centésimo aniversario de su fundación allá por el 20 de septiembre del año 1920, con el bagaje que me proporcionan dos décadas formando en sus filas; desde la lejanía del servicio activo recuerdo que fue un premio para mí haber formado en las fuerzas de La Legión y quiero finalizar escribiendo: ¡Viva España! ¡Viva La Legión!


Septiembre de 2020

Memoria legionaria