jueves. 25.04.2024

Una actividad ancestral, cuyo recorrido se hunde en la noche de los tiempos y que, según determinadas tesis históricas, sirvió al Imperio Romano para sufragar en parte la construcción del majestuoso Coliseo de la Ciudad Eterna. Una tradición de la que nos quedan restos contemplables en la Basílica Tardorromana o en la memoria común de generaciones. Pero acercarse a hablar con los maestros salazoneros, tan de moda en los últimos años, es tener la sensación de que esta actividad milenaria puede estar viviendo sus peores momentos o, directamente, su ocaso.

 

Una inspección veterinaria en las últimas semanas y la aglomeración de coches con motivo de las retenciones en la frontera son las principales quejas de maestros salazoneros como Antonio Soler, de "Gorostiza". Casi treinta años de experiencia le respaldan a la hora de comparar la salubridad de las actuales volaeras con las anteriores.

Pese a ello, cree que aún este sector puede tener futuro, aunque con serias reservas al respecto.

 

Rafael Gómez "Fay", muestra también su enfado por el excesivo celo que se le exige a los maestros salazoneros para, a escasos metros, llenarlo todo de coches y de personas que ni siquiera disponen de baño público.

 

Incluso desvela que los módulos que la empresa Marsave usará este año para la vigilancia en playas, les fueron prometidos este año a los salazoneros.

 

"Fay" aboga también porque los más jóvenes sean capaces de integrarse en el duro arte del salazón, para que vayan aprendiendo, dice, y tengan un trabajo. Recuerda que "somos todos hombres con el pelo blanco", dando a entender lo complejo del relevo generacional

Los salazoneros claman contra el olvido en la explanada de Juan XXIII