A Ahmed Liazid el título de profesor con el que le saludan respetuosamente las personas que acuden al acto de esta tarde, no le va grande. Antes al contrario. El icónico imán de Sidi Embarek es un hombre estudioso, curioso: de esos que se formaron a base de libros y lectura cuando internet y la búsqueda rápida no pasaban de ser una ensoñación de películas futuristas. Desde esta tarde, la obra de Liazid, el nombre del profesor, compartirá espacio con el que probablemente sea el ceutí más importante de la historia: Al Idrissi. El centro cultural que lleva el nombre del geógrafo medieval inaugura una Escuela en El Morro, lugar que llevará el nombre de Liazid.

La inauguración, además, se produce en una de las fechas más señaladas para la comunidad musulmana. Estamos a días de que comience el Mes Sagrado del Ramadán, y como siempre el Centro Cultural fundado en Hadú hace más de una década para dar a conocer los aspectos culturales del Islam, combatir el radicalismo y fomentar la convivencia con otras culturas y religiones, aprovecha la ocasión.

Con un concierto de Al Zoohr, su coro infantil, que interpreta varios cantos del Ramadán. Un acto al que asisten el presidente de la Ciudad, Juan Vivas, y varios de sus consejeros, además del diputado de la Asamblea Mohamed Mustafa.

Uno de ellos, Yamal Driss, recibe una placa en agradecimiento a sus gestiones para que ese pequeño almacén ubicado tras el antiguo Parque de Bomberos sea la Escuela que lleva el nombre de Ahmed Liazid.

Y este último, sentado en principio entre las filas traseras y posteriormente junto al presidente, asiste a un homenaje sincero. No ahorra besos ni apretones de manos. Pero ojo: la obra de Liazid no ha terminado. Es estudioso por naturaleza, y hace un par de años dejaba la idea de elaborar una enciclopedia de grandes sabios de Ceuta.

Empezando -entramos en el terreno de la suposición- por aquel hombre que dibujó los primeros mapas del Mediterráneo, vaticinó que los objetos caían del cielo antes de que Newton se echara la siesta bajo el manzano, elaboró las primeras guías de viaje y dejó una serie de escritos que permitieron elaborar a Cristóbal Colón sus cartas de navegación para un viaje que comenzó en 1492. Era ceutí, se llamaba Al Idrissi, y su nombre figura junto al de Liazid en la pared de una entrañable barriada ceutí.