martes. 16.04.2024

Butoh es un término japonés empleado habitualmente para hacer referencia a aquellos bailes ajenos a las tradiciones de danzas autóctonas niponas. En esta categoría quedan encuadrados algunos de los más conocidos mundialmente como el flamenco o el ballet.


No obstante, butoh también puede aludir un tipo de coreografía muy concreta conocida como ankoku butoh, que al español se traduce como la danza de la oscuridad.


La premisa de la que esta parte es sumamente sencilla: en el ankoku butoh es el alma quien ejecuta los pasos y el cuerpo procede a seguirlos armónicamente. Su heterogeneidad y diversidad de movimientos ha provocado que, en última instancia, haya tantas corrientes de este baile como practicantes del mismo.


Sus orígenes se remontan a la década de los 60 del siglo XX, cuando como consecuencia de la tutela norteamericana del Japón de posguerra, gran parte de las expresiones culturales que habían sido inherentes a la idiosincrasia del país del sol naciente quedaron sometidas a una brutal censura.


Las representaciones teatrales clásicas como el noh o el kabuki resultaron muy limitadas al encarnar estas los viejos valores imperiales.


En ese contexto de represión y resentimiento hacia todo lo occidental nació el butoh de manos de Tatsumi Hijikata y Kazuo Ohno.


Estos últimos, bailarines y coreógrafos de profesión, se encontraban sumidos en un profundo proceso de experimentación en busca de vanguardias que pudieran representar la desazón de la sociedad japonesa de entonces.


A pesar de su recelo por lo extranjero, las influencias europeas fueron cruciales para la concepción del butoh, bebiendo de tradiciones como el surrealismo, el expresionismo alemán y quedando emparentado el resultado final con el teatro más que con el área de la danza.

 

Este hecho queda patente a través del uso vestimentas, maquillajes y atrezzo evocador que, en combinación con los grotescos y extravagantes movimientos que emplean sus practicantes logra escenificar crípticos y oscuros relatos.

A pesar de ser poco conocido, en nuestro país contamos con artistas como Andrés Corchero, que tras sus repetidos viajes a Japón en la década de los años 80 aprendió las claves de esta sugerente y particular danza de manos del propio Ohno, ejerciendo una humilde labor de difusión posteriormente en España.


La falta de un paradigma establecido, una meta expresiva basada en la exhibición de las pasiones ocultas de sus propios usuarios así como el halo de misterio que preserva su leyenda la eleva, como dijera el especialista en butoh Kazuko Kuniyoshi, a la categoría de «uno de los más precisos espíritus críticos en la historia de la conciencia del cuerpo».

Butoh: la liberación del alma a través de la danza