Humildad e imaginación: El caso de Tequila Works
Bajo el eslogan «cosas pequeñas, con buen gusto», iniciaron su andadura por un terreno sumamente complejo en el que pronto se harían eco, parte por la experiencia de los componentes del equipo, parte por la gran imaginación y creatividad de la que sus obras eran depositarias.
En enero de 2012, Deadlight, la primera creación de la joven desarrolladora vería la luz. Se trató de un survival horror en dos dimensiones que salió a la venta en el servicio de descarga de Microsoft Xbox Live Arcade.
Enormemente influenciado por el paradigma de clásicos como Another World (1991) o Heart of Darkness (1998), ambos del francés Érich Chahi, el juego contó con una buena acogida a pesar de presentar ciertos fallos a nivel jugable.
Sus aspectos positivos despuntaron definitivamente por encima de cualquier posible error y ello le granjeó a Tequila Works el honor de ser nominado a los premios Bafta en 2013. Ese mismo año, en la ciudad alemana de Colonia la desarrolladora presentaría RiME, título que acabó encumbrado como todo un éxito de ventas y críticas por su pulido apartado técnico así como por un excelso tratamiento visual.
La calidad artística de la que hacía gala suscitó comparaciones con Zelda: The Wind Waker e incluso con ICO, la obra de culto de Fumito Ueda. Tras su buena acogida inicial, fue lanzado además en otras plataformas como Nintendo Switch, XBOX One o PC.
De forma paralela a su distribución, Tequila Works anunció la colaboración con Cavalier Games, una compañía independiente inglesa junto a la que sacaría al mercado The Sexy Brutale en 2017.
El título se trataba de una aventura gráfica repleta de puzles desafiantes y premisas originales que si bien no cosechó el éxito de su antecesor, fue muy bien recibido por medios especializados como Metacritic.
Desde entonces, la actividad de la empresa ha seguido en constante aumento y en la actualidad trabaja en el primer título exclusivo para Stadia, un novedoso servicio de videojuegos creado por Google con el que se pretende revolucionar la industria.
Así, y aunque las miras de la empresa estuvieran –y aún hoy estén– puestas en obtener resultados modestos pero cautivadores, su propio talento los conducirá inevitablemente por el camino del triunfo.