jueves. 18.04.2024


Desde hace unos segundos, el 2022 duerme en la tumba de los tiempos a la que aludía el poeta. Un año duro, de esta época de histeria en la que parece estamos condenados, pero un año del que también sacamos conclusiones para la esperanza. Al nuevo año lo contemplamos con la mirada tierna y esperanzadora del bebé recién nacido, del sol en el amanecer. Como sea ese niño en la edad adulta y como acabe la jornada es la incógnita que nos queda por escribir.
Porque, querido 2022, tanta gloria tengas como descanso dejas. Nos has hecho llorar, y mucho, en esta ciudad: nos has quitado a Alba Torres y  Yusef el buceador, a Pacorro y a Rafaelito “El Cardiaco”,  colgaste un chapiri rosa en el estandarte del quinto Tercio,te llevaste a Marcelo el peluquero,  y nuestras playas nos han devuelto a un puñado de hijos del hambre ahogados en la quimera de un mundo mejor. La sinrazón y la barbarie nos arrebató a Dris Amar, al pequeño Mohamed, a Ibrahim. Hasta te empeñaste, maldita sea tu estampa, en pasar a la historia con algo que muchos de tus antecesores no habían hecho: con la muerte de una mujer, María de los Ángeles, en un caso de violencia de género en Parques de Ceuta.  Nos quitaste a nuestro Juanito, el entrañable y simpático barrendero  y a Franci Valero, el rey de los fondos submarinos, a cofrades como Jesús Fortes y Rafael Hita. Nos quedamos sin los empresarios Pablo Belmonte, Luciano Alcalá y Eusebio Miaja; sin Luis Manso, "Hamiti"o  María del Carmen Oliva, sin Juan Meléndez o profesores como Jesús 'Mehdi' Flores y Jesús Jiménez. Te llevaste también a Jaco Zafrani, uno de esos sabios con gorra que tantas lecciones dió en los banquillos de fútbol como Miguel Ángel Prada en los de baloncesto. Nos quitaste a Raju Shivdasani, a monseñor Ceballos Atienza, te llevaste muy temprano a Magda Roviralta y justo el día en que te ibas nos has quitado a José Luis Gómez.  Nos has hecho llorar tanto, 2022, que posiblemente nos estemos olvidando de alguna lágrima más derramada.

Por ellos, y por muchos más, va este primer brindis. No los vamos a olvidar. Como tampoco vamos a perdonarte que te llevases a Pascual González –sigue triste el palacio, Postigo: el Rey ha muerto- o que a Jesús Quintero, dejando sin voz al silencio. Entre otros: sin la pluma de Javier Marías, estos tiempos son más difíciles. Nos quedamos sin Ana Bejerano –para despistados: más tiempo siendo la voz de Mocedades que Amaya Uranga-, Jesús Mariñas o José Luis Balbín; sin la serenidad de Carlos Amigo Vallejo, el hombre que pudo ser Papa o Kristhie Alley, Lalo Rodríguez, Javier Imbroda o Dominique Lapierre, el cronista de los desheredados que recibió nuestro Premio Convivencia en 2002. Y cuando te ibas, te llevaste a O Rei, a hacer diabluras con Garrincha frente  a su admirado Eusebio, Best, Maradona, Cruyff, Rossi o Di Stéfano. También nos dejaste sin Pablo Milanés; como diría el, 2022, esto no puede ser una canción de amor. Y en tus últimas horas, te llevaste a un personaje capital. Al hombre que no quiso ser Papa. A uno de los más sólidos intelectuales -lo de la fe, para cada cual- de nuestro tiempo, 2022. Esperaste casi hasta las uvas para hacer que las campanas de Roma repicasen en memoria de Joseph Ratzinger, Benedicto XVI.

 Incluso, aunque el viva y ojalá que por muchos años para contarlos, pasarás a la historia como el año en el que el gran trovador de nuestros tiempos se bajó del escenario. Gracias, ‘Nano’, por tantos trocitos de alma con forma de canción. Gracias por hacer de Mediterráneo el himno de millones de hombres y mujeres acostumbrados a ver el rojo del cielo sobre el azul del mar y el amarillo de la genista a la hora del atardecer. 
Fue el año en que Isabel II, el último icono del siglo XX, partió de este mundo para siempre. A la hora en que millones de personas en todo el mundo miraban a Londres estupefactas –retorciendo irónicamente a Monterroso, podríamos decir que cuando el dinosaurio despertó, ella ya estaba ahí-ante la tesitura de otra persona que no fuera ella en el trono de Buckingham, otra Isabel II ardía a miles de kilómetros de distancia. No era una mujer: era el alma de generaciones enteras de ceutíes. Un incendio brutal y provocado, unas llamas que parecían surgidas del mismo infierno, mutilaban a esta ciudad y le arrancaban de cuajo un trozo de pulmón, probablemente para generaciones. Fuiste el año de la reapertura de las fronteras, causalidad más que casualidad el día en que se cumplía el primer aniversario de la entrada masiva en El Tarajal. El año en que Madrid o, mejor dicho, Sánchez y Rabat alcanzaban un extraño acuerdo sobre el Sáhara Occidental impensable hace unos cuantos años y en el  que un viejo anhelo parece comenzar a materializarse: el de la aduana comercial que ponga, al fin, normalidad entre esos dos mundos tan cercanos y distantes como son Ceuta y Marruecos. Y el año del Plan Estratégico: ese cuaderno de bitácoras que debe guiar a esta barca fenicia a puerto seguro. 
Te empeñaste en que no te olvidásemos fácilmente, y desde luego lo has conseguido, 2022. Como nunca antes desde que tropas alemanas cruzasen la frontera con Polonia en 1939, Europa y el mundo se asoman al escenario de una guerra a gran escala. Ni el polvorín de los Balcanes, ni la crisis de los misiles, ni el conflicto permanente entre Israel y Palestina, ni las dos invasiones de Afganistán, ni por supuesto la mácula en la conciencia de la humanidad que siempre que se le recuerde será Ruanda. Nuevamente, el detonante está en el Este; hoy es Ucrania la agredida, Rusia el detonante y Alemania el país tras el que Europa procura resistir con dignidad. Caprichos de la historia, papeles cambiados pero el mismo guión de siempre. El ‘galgo terrible’ de Neruda vuelve a cabalgar. A diferencia del poema, no son niños morenos, sino rubios y en lugares donde hasta el frío lleva abrigo, los que mueren pisoteados por la guerra. Ya lo dijo el último califa: malditas sean y malditos los canallas que las hacen.
Pero no todo ha sido malo. Los béticos como el firmante (perdón por la falta de objetividad) siempre recordaremos la del 23 de Abril como Noche de Reyes, en Europa el Real Madrid sigue confirmando aquello de que en el Viejo Continente manda el de casi siempre, los más altos escribieron la obra maestra de Sergio Scariolo, sentaste a Messi en la mesa del Diego y Pelé para seguir perpetuando el debate sobre el mejor de todos los tiempos y pusiste, al fin, al Caballa donde se merece y al Ceuta en una nueva categoría en la que lo está pasando mal, pero a la que estamos convencidos se va a aferrar como el moribundo a un rosario. 
Y muchas más cosas: en el plano político, el asunto anda entre revuelto e ingobernable, así que lo dejamos ya. Hasta siempre, 2022.

Y tu, 2023, debes saber que dentro de 365 días estaremos escribiendo algo parecido sobre ti. Si quieres que seamos generosos contigo, hazlo posible: Ceuta, España y el mundo merecen, al fin, un año mejor que el anterior. Apaga los cañones, llena los pantanos, haz florecer las cosechas,  alivia las hambrunas y  consigue que la sonrisa sea una costumbre y no una noticia. Si no, en 365 días estaremos para recordártelo, en cualquier caso. Bienvenido seas, pues. Te estábamos esperando.

¡Bienvenido 2023!!