jueves. 28.03.2024
CORONAVIRUS

Colza: el coronavirus de hace cuarenta años

A principios de los años 80, otra epidemia dejó un número de muertos significativo en nuestro país. Es cierto que no fue una enfermedad de propagación mundial, pero su sola mención sigue generando un escalofrío: el aceite de colza. Los datos, en comparación, son desoladores. España ha duplicado, en pleno siglo XXI y en apenas unas semanas, el número de muertos de aquella otra espiral de muerte que recorrió nuestro país hace justo cuatro décadas

Se llamaba Jaime García Vaquero y tenía ocho años de edad cuando falleció en 1981. En principio, se trataba de una "neumonía" que segó la vida de ese niño, pero luego resultó ser el primer caso de una epidemia que asoló a nuestro país: el aceite de colza desnaturalizado.

 

Poco a poco, comenzaron a brotar los casos por ciertas zonas del territorio nacional. Madrid, comunidad donde vivía el primer fallecido, Extremadura y ambas Castillas registraron 600 muertes en apenas meses. Dos elementos llamaban la atención de los investigadores: no había ningún neonato y todas las personas pertenecían a capas de la población humildes, de escasos recursos económicos. Fue un mes y medio después cuando se halló un elemento en común en todas ellas: habían ingerido aceite de colza desnaturalizado, con una proteina -anilina- mal tratada químicamente. Todas estas personas habían consumido este aceite. Irónicamente, se había impulsado el consumo de la colza para proteger al olivo español, en una España que dos meses antes había sufrido un golpe de Estado y que estaba negociando su integración en la Comunidad Económica Europea.

 

En principio, las autoridades sanitarias y políticas -caso del entonces ministro de Sanidad, Jesús Sancho Rof- trataron de restarle importancia. Hablaron de legionella o en una desafortunada expresión por parte del ministro "de un bichito que si se cae, se mata". Sin embargo, poco a poco y como ocurre ahora con el COVID-19, el contador de la muerte se mostró imparable. No hay una cifra exacta, pero algunas fuentes cifran en 4.000 el número de muertes que se producirían a lo largo de los años, mientras que otras 20.000 arrastrarán secuelas de por vida. Dicho de otra manera: el coronavirus ha duplicado, como mínimo, en unas semanas el tétrico registro de la Colza en décadas.

 

El caso derivó no solo en una tragedia sanitaria: también en un conflicto político entre el PSOE, entonces liderado en la oposición por Felipe González, y el Gobierno presidido por Leopoldo Calvo-Sotelo, que asumía el mando del Ejecutivo tras la dimisión de Adolfo Suárez en enero de 1981. Y también en el plano judicial. En 1987 se celebró el primer macrojuicio de la historia de España. Sin embargo, las penas dejaron poco satisfechas a los familiares de las víctimas. Dos años después, la Audiencia Nacional dictaba sentencia, condenando a 13 acusados por delitos contra la Salud Pública, imprudencia y estafa, a penas entre 6 meses de arresto y 20 años de cárcel. También a una serie de indemnizaciones que, al declararse como insolventes, tuvo que pagar el Estado. Hace algunos años, algunos afectados comenzaron a denunciar el retraso en el pago de dichas pensiones. Esta es la versión oficial, contradecida por no pocos teóricos de la conspiración. El más significativo de ellos, Andreas Faber-Kaiser (fallecido en 1994) hablaba de la ingesta de tomates contaminados con pesticidas fabricados por la principal multinacional alemana del sector de la farmacia en un ensayo de guerra por los servicios de inteligencia norteamericano. Teoría que dejó plasmada en "Pacto de silencio" (1988).

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