jueves. 25.04.2024

A la Orquesta Ciudad de Ceuta no se le había olvidado tocar ni al Coro de la Capilla Catedralicia de Jerez se le habían esfumado sus -impresionantes- dotes vocales. No. Pero al Gran Concierto de los últimos años si le faltaba algo. Sea porque como dice el refrén el hábito hace al monje, sea porque en ocasiones especiales el continente es tan importante como el contenido, lo cierto es que el Auditorio del Revellín no es el lugar más idóneo para este concierto en concreto.

 

Si; la obra de Álvaro Siza es un auditorio, con sus cortinas, tramoyas y toda la parafernalia. Cierto. Si, está más acondicionado para acoger a cientos de personas. Si, es más fácil -tampoco papel mojado- encontrar aparcamiento en el Revellín que en Plaza de África. Pero la magia, el duende, el "llamémosle equis" de la Catedral hacía en los últimos años que le faltara algo al Concierto.

 

Un concierto que, en efecto, vuelve a casa por Navidad. A la Catedral, adornada con algo tan sencillo y espectacular como unas simples velas en cada banco. Una seo abarrotada desde una hora antes del concierto.

 

Y los artistas, los protagonistas. La Orquesta y el Coro. Con nombres especiales: la soprano Maribel Ortega, el tenor Arturo Garralón, el barítono Andrés del Pino y la tiple Ana Laz. Esta, apenas una niña cuando deslumbraba con sus solos hace algunos años, y que sigue manteniendo la magia en sus cuerdas vocales algo más crecida. Todo dirigido por un Ángel Horta al que se le nota cómodo. Volviendo a casa, pues. Esperemos que para quedarse.

El Gran Concierto vuelve a casa por Navidad