Con un chal bugambilia, el pelo recogido en un moño y rodeada de parte de sus hijos, Encarnación Álvarez ha recibido este miércoles el homenaje como la residente más anciana de Nuestra Señora de África por parte del presidente de la Ciudad. Un homenaje en el que Vivas y la consejera de Asuntos Sociales le han entregado un ramo de flores y una placa y han aprovechado para charlar con ella y conocer la visión del mundo de una mujer que, pese a tener 102 años, mantiene todas sus facultades mentales en perfecto estado de revista, con “un defecto muy grande, a todos les quiero enmendar la plana”.
Nacida en 1921, al inicio de “los locos años 20” del pasado siglo, saliendo de una Guerra Mundial y a década y media de entrar en una Guerra Civil, Encarnación Álvarez ha sido testigo de un siglo en que el mundo no solo ha cambiado, sino que ha evolucionado a una velocidad nunca vista en la historia. Con todo ello a su espalda aún tiene tiempo para preocuparse y ser coqueta. “A veces me miro al espejo y digo: ¿esta vieja fea soy yo?”, asegura, a la vez que insiste, al preguntarle por su edad, en que “a partir de ahora me voy a quitar años, solo tengo 100”.
Llega a sus 102 años, además, sin apenas medicación: “tengo pocas pastillas, las de la tensión nada más” y asegura orgullosa que “enfermedades no tengo ninguna”. Cuando le pedimos que recuerde su juventud, asegura que fue maravillosa, muy diferente a la actual. Entonces, explica, por ejemplo en el amor “nos dejábamos llevar por el cariño, no por lo que convenía”, llegando a asegurar que “yo hacía lo que me daba la gana, aunque luego tuviera que hacer frente a las consecuencias con mi padre que me decía: con la cuchara que comas es para toda la vida”.
Respecto a la sociedad actual, pide coherencia, “que no se diga una cosa y se haga otra”, eso es lo principal, señala.
Sus familiares, orgullosos, han asistido a este acto en el que han señalado que les ha sorprendido lo segura que se ha mostrado ante los medios de comunicación y cómo ha sido capaz no solo de contestar a las preguntas, sino de hacerlo poniendo sus valores sobre la mesa. “A veces se nos olvida, porque siempre hablamos de lo mismo”, ha señalado uno de sus hijos, visiblemente emocionado ante el reconocimiento recibido por su madre.
Genio y figura, doña Encarnación, que ha arrancado las sonrisas de sus visitantes al admitir, respecto a su cabeza, que “bien del todo no la tengo, estoy un poco chiflada” pero ¿y quien no?