sábado. 20.04.2024
GUERRA EN UCRANIA

La guerra de Ucrania ya alcanza Ceuta, en la persona de Iryna

La guerra de Ucrania ya ha alcanzado Ceuta. Lo hace en la persona de Iryna Milovidova, una joven ucraniana, acogida en Ceuta desde el 2011. Estudiante universitaria, se encontraba en Berlín en los momentos previos a la invasión, y ante la situación, pidió a su madre ceutí si podía volver a la ciudad. Hemos hablado con ella sobre cómo vivió la noticia de la invasión, y como está experimentando esta tragedia, afortunadamente, tan lejos de su tierra.

Iryna llegó a Ceuta con 9 años. La acogió una familia de la ciudad, pudiendo traerla un par de veces al año, verano y navidades. Con un gran esfuerzo y coste económico. Era huérfana y llegó en malas condiciones desde Ucrania. Hoy, doce años después es una joven mujer de 21 años, que estudia en la universidad, y teme por sus allegados en Ucrania.

 

En las semanas previas a la guerra se encontraba en Berlín, estudiando, cuando sintió que las cosas no marchaban bien, así que pidió a su madre española, si podía venir a Ceuta algún tiempo, cosa que hizo. Ya en Ceuta, la guerra estalló cuando las fuerzas rusas comenzaron la invasión de su país.

 

Iryna habla bastante bien castellano, pero está nerviosa nos dice, lo que nos obliga a parar la entrevista un par de veces, cuando llegamos a ciertas preguntas sensibles. Es un problema de idioma, pero también de sentimientos. Se nota que a esta joven le gusta reír y disfrutar de la vida, está en la edad para eso, pero nos cuenta que a diario recibe mensajes a través de internet de sus amigos, de los que, afortunadamente, no ha fallecido ninguno.

 

En ellos, que viven en ciudades como Zhytomyr o Kiev, le llegan fotos y vídeos, le cuentan que no pueden salir de sus casas, que oyen constantemente el sonido de las bombas cayendo, de los aviones de guerra.

 

La joven, a la que solo le faltan tres meses para completar una carrera de química, nos confiesa que se pesa el día llorando, que no lo soporta. Ver "abuelos muriendo, niños... hospitales" son imágenes que difícilmente se soportan.

 

Agradece poder estar aquí, pero tiene poca confianza en que Putin detenga la guerra. Agradece a los países europeos la ayuda que están prestando, pero piensa que no es suficiente para detener el horror "Ucrania es un país importante, son fuertes, pero no basta" recuerda la petición del presidente Volodímir Zelenski, para que dejen de caer bombas hace falta que se cierre el espacio aéreo ucranio.

 

Iryna nos dice, a nosotros y a todos los que quieran escucharla, que ahora "hay guerra de verdad, que ella ha escuchado los llantos, los bombardeos, que están atacando colegios y hospitales donde hay niños pequeñitos" que es real. Y da gracias a que todos los países estén ayudando a Ucrania, porque todo este sufrimiento, más allá de las propagandas de Putin, "es real" insiste.

 

Un escenario que hace tan solo unas semanas no podríamos creer, pero que nos ha estallado en la cara, y lo tenemos tan cerca, como a los escasos metros desde los que esta joven estudiante nos lo cuenta. La guerra nos toca a todos, de cerca.

 

Ahora la familia de Iryna está tramitándole los documentos, con el nuevo procedimiento de acogida anunciado por el Gobierno, para que se pueda quedar aquí. Sus planes son los de cualquier muchacha de su edad en su situación. Poder acabar sus estudios, aprender castellano mejor y poder quedarse aquí a trabajar, con su familia española. Lejos de la guerra y los horrores que Putin ha desencadenado de nuevo en el mundo.

 

 

Al despedirnos de Iryna y su madre española, ambas miran las banderas ucranianas en el Palacio Autonómico. Iryna ha tenido suerte y podrá vivir con libertad, hay millones de niños como ella, cuyo destino está en el aire y esa libertad no está asegurada, por culpa de esta guerra, una guerra que de una manera y otra nos pasará factura a todos.

 

Pero como dijo la primera ministra de Estonia, Kaja Kallas, este sábado en una entrevista, "uno no sabe lo que vale algo hasta que se lo quitan... yo nací en la Unión Soviética, sé lo que es vivir sin libertad. El precio que tenemos que pagar ahora los europeos, con la inflación y el precio de la energía, es el precio por no perder la libertad

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