viernes. 19.04.2024

Identitarismos y estrategias de odio contra los Derechos Humanos: Las cosas claras

Transitamos por tiempos inquietantes, alimentados por problemas sobrevenidos, falta de certidumbre en un horizonte cortoplacista y muchas desesperaciones individuales, familiares y colectivas.

Tan pronto un virus nos diezma como el calor nos asfixia; presto, nos emerge una crisis económica y de energía con otra  que se solapa con graves problemas climáticos y de sequía;  bien nos montan e implican en una guerra, como nuestro país se fogonea a base de incendios,  en su mayoría provocados.

Muchas emociones, algunas útiles para golpes de autoridad pero inútiles para el ejercicio de la razón, y menos si esta es ilustrada y exige análisis científico y pensamiento crítico.

Hay emociones que pueden ser utilizadas, si cabe, para trasladar responsabilidades fuera de la propia y señalar  posible culposidad o negligencia del “otro” y para, de paso, afirmar la identidad propia que un  contexto de  dificultad se vuelve excluyente y agresiva.

 

Es fácil de observar que estamos plagados de gestos simbólicos identitarios, en especial de raíz ideológica, que ocultan la profundidad de las contradicciones, sean en los escenarios del “’Me too’ hiper feminista”, de la “Greta meta climática” ó  en los de la “espada de Bolívar”, en todos, por lo general, no hay mito sin rito.

Frente a los impulsos de emociones justificadoras, provengan de  ultra-nacionalismos, abominables tesis racistas,  colonialismos e imperialismos de todo cuño, o por  ideologías bolchevistas y de otros “ismos” que desembocaron en un siglo XX terrorífico contra el ser humano, en 1948 se alzó un gran pacto por el reconocimiento de la dignidad humana, las libertades y derechos intrínsecos de la persona, la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Paradigma de la convivencia y de la democracia.

 Demasiado sufrimiento en la historia de la Humanidad, desde nuestras raíces hasta este punto de llegada, que debería ser el paradigma del presente y futuro, si  queremos tenerlo. LOS DERECHOS HUMANOS ESTÁN POR ENCIMA DE LAS ENTIDADES

¡¡Y atención!!

En nuestra magna Declaración no se habla de “identidad”, ni de sentimiento esencialista, y si de la dignidad de la  persona,  que es lo esencial y universal para todas, con sus múltiples y variadas realidades, y se encomienda a la educación: “el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos”.

La identidad es un significante de dudoso cientifismo, siempre bajo sospecha, como toda emoción no sujeta a la razón humana y a la conciencia ética, que es lo que señala el artículo 1 de la Declaración de Derechos Humanos de 1948, con la finalidad de evitar emociones identitaristas como las nacionalistas que culminaron en Europa en dos Guerras Mundiales, el Holocausto nazi y el Holodomor bolchevique, entre otras tragedias que nos asolaron.

Anteriormente las identidades religiosas y su intolerancia, sus guerras, como señaló Voltaire, ya nos habían dejaron el mundo sembrado de matanzas, claro, sin olvidar las masacres coloniales, ni los más recientes totalitarismos, como el nazismo, los fascismos,  comunismos e integrismos. Los derechos humanos son de cada persona y están por encima de las identidades, preceden a la ley positiva, porque ese es el paradigma democrático.

Identitarismos y estrategias de odio contra los Derechos Humanos: Las cosas claras