Nicolas Cage ganó un Oscar allá en 1995 por su trabajo protagonista en Leaving Las Vegas, con ese personaje descontrolado y autodestructivo que le hizo tener su primer impacto entre el gran público. Se podría pues decir, discúlpenme la maldad, que se le dan bien los papeles de muerto viviente. Su histrionismo y tendencia a la sobreactuación le hacen, muy probablemente, la persona idónea para interpretar la caricatura de conde Drácula que se hace el elemento más interesante de esta comedia que roza la serie B, con tintes de gore, y muchos diálogos divertidos. Y conste que no cualquiera vale para ello, en realidad no estoy atizándole a Cage, que con lo que tiene ha sabido ser inteligente y tener una carrera más que exitosa, vaya el respeto a la trayectoria por delante.
Pero siendo el personaje de Drácula la salsa (kétchup) de esta cinta delirante, en realidad la historia la protagoniza Renfield, su fiel servidor. Ambos poseen una relación tóxica de dependencia mutua en la que el lacayo tendrá que proporcionar al Señor de las Sombras víctimas, además de llevarle el tinte la capa y todas las demás tareas que este último le solicite. Como podrán imaginar, Renfield está hasta la mismísima punta de la nariz de seguir a Drácula como un cachorrito, pero romper una relación así no es tarea sencilla. Las rupturas, de cualquier tipo, son difíciles, y más si uno de los dos es el vampiro más poderoso y notorio de la historia…
La propuesta en sí, es una tontería como la copa de un pino, una gracia, una anécdota dentro de la filmografía dedicada a este personaje icónico, pero reconozco el placer culpable. Sus excesos, las secuencias de acción con gente explotando de manera ridícula y sangre por todas partes (deliberadamente, puesto que alterna lo cutre con las coreografías y efectos deslumbrantes), las situaciones hilarantes y, sobre todo, los desternillantes encuentros de amor/odio (sobre todo odio), entre los dos personajes principales, y sostén de una película que si tuviese diez minutos más de metraje se haría bola, pero acaba aprobando por saber potenciar sus pocas fortalezas.
Es divertida, gamberrísima, sin complejos y bastante intrascendente, pero seguramente hará que el respetable pueda sacar un buen rato de diversión pura y dura sin mayores pretensiones que la evasión una hora y media.
Seguramente no sea la película que pasen cada año por navidad ni tampoco entre en los catálogos de cine de culto, pero sin querer se me escapa recomendar su visionado, eso sí, con la adecuada mentalidad por parte del espectador.
Puntuación: 6
JUAN CARRASCO DE LAS HERAS → [email protected]