La sociedad de Ridley Scott mantiene con el cine histórico de acción suele ser sinónimo al menos de maxiproducción con buena taquilla.
Se trata de un proyecto basado en un guion de la dupla inseparable Matt Damon-Ben Affleck, ambos, parte del reparto protagonista también, especialmente Damon, a su vez adaptación de un libro de Eric Jager. Y semejante concentración de astros ha dado a luz una bastante interesante propuesta de un género que se prodiga poco, pero cuando lo hace, suele hacerlo a lo grande.
El último duelo, producida por 20th Century Fox y distribuida por Disney, extraños compañeros de viaje da el mundo del business, es la historia basada en hechos reales del duelo a muerte entre Jean de Carrouges y Jacques Le Gris, dos amigos que se convirtieron en rivales, por envidias, egos, y una mujer, todo tan actual. Ubicado el escenario en la Francia del siglo XIV, cuenta también la historia de Marguerite de Carrouges, que declara haber sido violada por el caballero Le Gris, el mejor amigo de su marido Jean. Al no creerle nadie y ante tal ofensa, su marido acusa a su mejor amigo ante el rey, Carlos VI, quien decide autorizar un duelo a muerte entre ambos en unos tiempos en los que empezaban a escasear dichos eventos si no eran expresamente permitidos por el monarca y ante una situación tan excepcional como esta, ni más ni menos que la verdad sobre una supuesta violación, con distintas versiones, algo que “sólo Dios por medio de la espada del vencedor puede esclarecer”.
La nota original de la cinta reside en que la extensa narración (más de 150 minutos que no se hacen largos), se divide en tres capítulos diferenciados, cada uno centrado en la versión de los hechos según los tres implicados en el mismo. Puede que al final de la película no quede del todo definida la postura oficial de los hechos, mezcla entre torpeza de exposición y dejar al espectador llegar solito a sus propias conclusiones. El caso es que la realidad del final es que más o menos deja satisfecho al personal, lo cual hace que acabemos decantándonos sin necesidad de que ninguna ínfula divina nos venga a inspirar con la verdad. Y sin pegarnos con nadie, que somos una sociedad civilizada (¿verdad?).
Scott impregna de realismo, suciedad y oscuridad una obra de las de antes, sin mayores complejidades que lo expuesto, pero con un halo contundente en su puesta en escena, sorprendentemente escasa en espadazos y caídas del caballo y con más miradas por un agujerito espía de las esperadas. En algunos innecesarios pasajes, algo redundante, pero mantiene el interés por alcanzar un final, más por saber el devenir de los acontecimientos que por que la cosa se acabe, como debe ser.
PUNTUACIÓN: 7
JUAN CARRASCO DE LAS HERAS → [email protected]