Oriol Paulo dirige y guioniza esta interesante producción de Netflix que, afortunadamente, nos llega en el formato predilecto de la plataforma, que no es otro que poner a disposición del abonado toda la temporada (miniserie en este caso, de 8 capítulos de 50 minutos) de una vez. La trama de crímenes, intrigas y giros vertiginosos entrelazando un capítulo con protagonismo expreso de un personaje distinto al anterior, no parece idónea para una entrega semanal, y resulta mucho más adecuado verla en un par de sentadas o tres y no perder el hilo conductor.
El inocente cuenta con un reparto sólido y solvente, con una buena mezcla intergeneracional, y presenta una historia intrigante e inverosímil fuera del marco de entretenimiento audiovisual, de la que, por el bien de su visionado, no vamos a mencionar más que va de asuntos muy turbios, malentendidos que no lo son tanto y crimen organizado. El elenco está nutrido de nombres que suenan tanto como los de Mario Casas y Aura Garrido (los dos protagonistas principales y la pareja en apuros en cuestión), bien escoltados por otros como Miki Esparbé, Alexandra Jiménez, Juana Acosta, José Coronado o Gonzalo de Castro. Es un buen punto de partida antes de entrar incluso en su temática…
Y llegados a este punto, tras recomendar su visionado, quede claro esto, porque la producción les hará pasar buenos ratos de tensión e intriga de verdad, me sale del alma realizar al aire una reflexión sobre la dicción en España en el terreno actoral. Por este motivo también es de agradecer que esta serie venga de la mano de una plataforma en streaming, benditos subtítulos. Roza un tanto la exageración, pero no por mucho, el hecho de decir que si no fuese por los susodichos, parecería que los actores y actrices, especialmente los jóvenes, hablan en una mezcla de esperanto con caldeo antiguo, y más cuando susurran enigmáticos, que lo pide la trama. A veces dan ganas de poner junto al audio en español los subtítulos también en español para saber lo que están diciendo. Cuesta entender partes de Aura Garrido, cuesta entender, siempre ha costado por su tendencia a hablar con los dientes pegados, a Alexandra Jiménez, incluso a Miki Esparbé, pero cuando uno realmente se siente sordo perdido o idiota del todo es cuando aparece Mario Casas en escena (y es protagonista, imagínense…), con esa capacidad nula para vocalizar. Y cuando más tonto te sientes sale José Coronado y sí entiendes con claridad lo que dice, aunque susurre. Y llegas a la conclusión de que el problema lo tienes tú como espectador, pero la culpa es de ellos. ¡Vocalizad!
Así las cosas, si se arman de paciencia y tienen querencia por los enredos de intriga y un toque de violencia, esta propuesta colmará sus necesidades consumistas palomiteras y quizá un punto más que eso.
JUAN CARRASCO DE LAS HERAS → [email protected]