sábado. 20.04.2024

A ti, que hoy cumples dieciocho

Si hoy alcanzas la mayoría de edad, felicidades. Disfruta: entras en esa edad donde los sueños son el alimento de cada día, donde has dejado atrás la infancia y crees que el mundo te espera para ponerse a tus pies. No eres un niño o niña, pero tampoco acabas de ser un hombre o una mujer.

 

Seguramente, tengas algún capítulo de rebeldía con tus padres: esos que te parecen un soberano coñazo por insistirte en que no te tomes esa copa de más, disfrutes sin problemas o pases de las tentaciones en forma de pastilla que puede ofrecer la noche. No eres el primer caso: a mi también me lo parecieron los míos hace casi tres décadas, pero nunca viviré lo suficiente para agradecerles lo ‘pelmas’ que fueron en la época. Y más, cuando la vida me sitúa más cerca de asomarme de madrugada por la ventana preguntando cuando volverá que de ser yo quien yo regrese.

 

Hoy disfruta de tu cumpleaños; sopla las velas y celébralo con la pandilla. Si tienes abuelos, no los trates con desdén, puesto que por desgracia no son eternos. Y si: lo tienes complicado. A tu corta edad, has vivido ya dos crisis económicas devastadoras. De tus dieciocho primaveras has pasado las últimas dos en casa por un maldito virus y con internet o el WhatsApp como único vínculo con el mundo exterior. Y sobre esto último, antes era peor: si te apetece algún día te explico que significaban cinco duros,  la cabina de la esquina y el escalofrío cuando quien te lo cogía era el padre…

 

Supongo que te lo habrán contado en tu casa, pero naciste el día en que el resto morimos un poco. A las horas en que dabas tu primer grito, o tu madre el enésimo alarido de dolor, todo el país tenía el alma hecha pedazos. Los trenes de la sinrazón, los vagones de la muerte nos quitaron el sueño durante semanas. A mi, te lo reconozco, me acompaña desde entonces una amarga sensación en la garganta cada vez que llega tu cumpleaños.

 

Y los días que siguieron. Los días en que perdí la fe en todo,  en un Dios cuyo nombre usaron algunos para perpetrar una matanza y que desde entonces tiene tan cerca a 192 de los nuestros como lejos los tiene de su gente. Y sobre todo,  una clase política que protagonizó semanas más tarde la más desvergonzada, siniestra, asquerosa y despreciable Comisión Parlamentaria de nuestra historia. No creas que aprovecharon para analizar qué había pasado, qué medidas había que tomar para evitar que volviera a suceder,  no. Lo hicieron para moldear el relato, el puñetero relato, a sus intereses electorales. Desde entonces, y esto  entre nosotros, votar me parece un auténtico sopor. ¿Qué por qué lo hago, entonces?. Porque muchos otros y los de hace 18 años dieron sus vidas para que yo pudiera decepcionarme cada cuatro años metiendo un papel en un sobre.

 

Son las cosas de la vida: naciste el día en que España perdió la inocencia, los medios de comunicación se echaron al monte y contribuyeron a dividir un país roto desde entonces por las costuras. Naciste el día desde el que todo ha ido a peor: la duda sobre el otro, la xenofobia, la crisis institucional... Posiblemente, todo estallase en Sol años después y ese incendio sigue avivándose,  pero el fuego comenzó a hervir el día de tu nacimiento.

 

Pero no tengas vergüenza por haber nacido ese día. Hay algunas cosas esperanzadoras. Por ejemplo, si te gusta el fútbol, respeta siempre al Bayern de Munich y al Celtic de Glasgow: los primeros, lejos de huir del sitio donde el horror les sorprendió, retrasaron su vuelo para ser de los primeros en  donar sangre. Los segundos improvisaron esa misma tarde en un partido con el Barcelona el más emotivo homenaje que he visto nunca en un estadio. 

 

Pero sobre todo, podrás  presumir de haber nacido el día en que la capital inspiró al mundo. No las autoridades -esos tenían bastante con las elecciones de tres días después- sino la gente  llevando mantas, termos de café o acogiendo a las víctimas en sus hogares. Los taxistas que no cobraron las carreras, los hoteles -algunos de capital catalán, para cuando te vengan unos y otros con la guerra de banderitas- ofreciendo alojamiento gratis a quien llegase de otro confín de España a reconocer un cadáver. Al día siguiente, cuando te hacían tus primeras fotos o algunos familiares te conocían, no hubo una ciudad en todo el país que no arrojase como mínimo a la mitad de su población a la calle para protestar, para abrazarnos, para llorar. Si eres de Ceuta, y para que te hagas una idea, cuando la cabecera de la manifestación alcanzaba la Gran Vía , la cola iba casi por Los Remedios…

 

Disfruta de tu cumpleaños: que nadie te lo amargue, porque tienes toda la vida por delante. Tienes la esperanza de la juventud y el deber de hacer las cosas mejor de lo que lo hicimos los de antes. Si te soy sincero, te hemos dejado el listón muy bajo, así que adelante. Sopla las velas, come la tarta y baila con tu pandilla, perrea con eso que llamáis música y el resto conocemos como reggeaton. No se lo digas a nadie, pero yo también escucho al Tangana y Ana Mena.  Se feliz. Pero si has pensado -siquiera por compromiso y después de esta parrafada- en invitarme,  discúlpame, pero otra vez será. Como escribió hace 18 años el sereno de calle Melancolía, hoy me bajo en Atocha. Hoy,  me quedo en Madrid…

A ti, que hoy cumples dieciocho