viernes. 19.04.2024

Aquí y ahora: así sería

 

 

De la primera contracción en Jaúdenes, el montadito de corazones con mayonesa de María acabó en Independencia. José, que había aprovechado la coyuntura de ir al servicio para ver el final del primer tiempo, supo que algo pasaba cuando el marujeo más chic soltó las bolsas de regalo y se arremolinó en torno a su mujer. En dos minutos que duró el espectáculo, hubo tiempo para todo: “es que hay que ver, con ese barrigón”, decía una señora con mechas y medio kilo de pintura en la cara. El marido decía “¿y que culpa tendrá la chiquilla, joé?. A ver si no se van a poder tomar un vino las criaturas”. Un tercero apuntaba a que “igual no está de parto, es que queman los corazones” y la mujer de este culminó la exhibición de sapiencia haciendo hincapié en que “el padre de esta niña me parece que se llama Joaquín. El hombre es de buena familia”. Todo esto, mientras la pobre María juraba en arameo y nadie soltaba la Alhambra especial ni en broma.

 

De inmediato, cogió la “burra” -así llamaba a la Piaggio Liberty que estaba pagando a plazos- y se apresuraron a ir al Hospital. María volvió a quejarse de no tener coche y de que el se empeñara en ir así a todos los sitios; el le respondió que currando en una carpintería de las naves lo más lógico es que estuviera más tieso que las baguettes de los chinos. “Si ya me lo decía Paloma”, musitó ella entre dientes. “Si yi mi li dicii Pilimi”, respondió el, volviendo a dejar claro que no le gustaba nada esa extraña amiga nueva de su mujer.

 

 

Cuando por fin parecía que llegaban a su destino, los uniformados estaban desplegados. “No pueden pasar ahora mismo, la cola llega hasta Cabo Negro para entrar y hasta las Puertas del Campo para salir”, le dijo un guardia. “Mire usted, es que la mujer está con contracciones y ya ve como vamos. Además -esto se lo dijo en voz baja- cada vez que le da una contracción me clava las uñas y debo tener el estómago con más boquetes que un colador”. El guardia, tras abroncarle por usar una burra para ese traslado tan especial, decidió dejarle pasar. No sin antes advertirle: “si llega a estar uno que era de Granada, están ustedes pagando multas hasta el 2050”. María seguía jurando en arameo.

 

 

Al fin, llegaron al sitio. Fin de semana, a las dos de la tarde: hora punta. Había un proyecto de Messi con el tobillo como un jabulani; un viejo que iba a que le dieran un ventolín nuevo y un puñado de parturientas que, casualmente, habían venido a Ceuta a pasar unas fiestas y a todas se les había adelantado el tema. También, ¿Cómo no?, un niño audaz que había descubierto que, en efecto, si pones la mano encima del horno, quema. Con un gorro de lana de esos de pastorcillo se habían colado un par de loteros ofreciendo “los claveles” o “el Sánchez Prado”, mientras que Baltasar el pediatra, volvía a quejarse de que cada vez que venía a trabajar le pidieran la documentación en el Puente del Quemadero. Gaspar Estatiesov asentía “Cierrto, compañerrro” y Melchor, el celador, se lamentaba de la gente tan rara con la que le tocaba trabajar siempre en el turno de Urgencias. “Como Reyes nos tendrían que tratar”, repetía No faltaba el clásico pavo: se había liado a hostias con un “nota” porque había mirado mal a su parienta mientras sonaba Romeo Santos en algún garito del Poblado. “Tiene la cara como un Ecce Homo”, murmuró José. “¿Qué significa eso?, respondío María. “Algún día lo sabrás”, contestó el. “De verdad, cuando te pones así, dan ganas de...”

 

 

Unas horas después, el pequeño había nacido. En la habitación 24, que compartían con una familia en la que, al margen de la dolorida parturienta, había un burro que no paraba de elogiar “los huevos tan grandes que tiene mi nieto. Ira, ira, los huevos”. Al padre del otro niño lo conocía José. Por bajinis le dijo a María “el pobre. Tiene más cuernos que un buey”.

 

María sonrió a José y se emocionó cuando vió entrar a Paloma con una lata de olivas -le encantaban a la parturienta- y un ramo de flores. “Jesús, que cruz”, dijo José. “¿Qué dices?”, respondió María. “Nada. Qué me dejes”...

 

 

 

 

 

Aquí y ahora: así sería