jueves. 28.03.2024

Cuando el humo se apague

Cuando la tierra deje de rugir, y el infierno vuelva al subsuelo. Cuando el ruido ensordecedor desaparezca, y hasta lo eches de menos. Cuando el aire vuelva a estar limpio y puedas volver a hacer tu vida con la normalidad habitual.

Cuando se vaya el último periodista, cuando los noticiarios vuelvan a abrir con otras cosas. Cuando  puedas pasear y acercarte con la curiosidad del que no ha visto nada así por los lugares que han surgido en la isla.

Cuando las cabalgatas de Papa Noel o Reyes Magos llenen de ilusión los hogares de este país. Cuando vuelva a ser noticia que en invierno haga frío y llegue húmeda la lluvia. Cuando otra catástrofe golpee nuestras conciencias. Entonces, compatriota palmero, hermano de esta España africana, te darás cuenta de la realidad.

Comenzará la reconstrucción de la isla. Si. Pero te tocará exclusivamente a ti, a los tuyos, a los que os rodeen. Llegarán a La Palma planes de ayuda, condicionados a mil y un impresos, y nunca serán suficientes. ¿Qué son 40.000 o 50.000 euros para compensar la pérdida de toda una vida, del lugar de trabajo, para recuperar ese rinconcito donde nacieron tus hijos o esa fotografía familiar que presidía el salón de tu casa, sepultada bajo toneladas de azufre y ceniza?. ¿Quién se acuerda de Lorca, de Biescas, de la ribera del Ebro, del Cerro de los Reyes, de la Ávila quemada?.

No quiero ser agorero, pero si realista. A mi no me estalló un volcán cerca de casa, pero mi tierra hace unos meses también estuvo de moda por otro terremoto, el político, el que arrojó miles de vidas a la frontera de Ceuta con la frialdad de quien juega al ajedrez. Sin importar que hubiera tres o cuatro muertos y que aún sigamos aquí, en las mismas que en mayo.

Pasarás de moda, palmero, como hemos pasado de moda los ceutíes. Y te preguntarás donde quedó aquella oportunidad para hacer de la tuya una tierra más decente, más próspera, más orgullosa que antes de la tragedia. Yo me puedo comprometer, querido palmero, a seguir recordando tu drama y a contribuir con algún grano de arena para reconstruir una montaña. Pero no te engañes: más allá de un hermoso acto para el primer aniversario (ni siquiera el segundo) del día en que cambió tu vida, no esperes mucho más. La Palma la levantarán el esfuerzo y el sudor de los palmeros, con alguna ayuda esporádica. Ojalá pudiera decirte otra cosa. Más, como canta el gran trovador de nuestros tiempos, nunca es triste la verdad. Lo que no tiene, es remedio.

Cuando el humo se apague