sábado. 20.04.2024

Cuando lo veíamos por la tele

Hubo una época en que Ceuta era absolutamente provinciana. Era una de esas ciudades en las que, por no pasar, no pasaba ni el viento. Todo lo que parecía interesante pasaba en otros lugares de la geografía patria. Para lo bueno y para lo malo: a otros lugares iban los reyes, los presidentes, los ministros, los cantantes en gira de despedida o el Barcelona en Copa del Rey. Aquí seguíamos con lo nuestro: pasaba el tiempo y los lagartos morían al sol.

Había una época en que los  políticos iban a los Juzgados, pero en la Audiencia Nacional, veíamos por la tele la muerte  en accidentes o tiroteos y por la tele también los incendios que asolaban esos 'pueblos de por ahí' que no estaban cercenados por el mar. Ese que no solo separa geográfica, sino también psicológicamente, a Ceuta del resto de España.

Hubo una época en la que si ibas por Madrid o Barcelona y te encontrabas a un montón de tíos haciéndose fotos en la puerta de un Mc Donald's, automáticamente sabías que eran de Ceuta: eran los únicos que no tiraban la bolsa del McAuto porque eso, también, solo se veía por la tele y había que vacilar en el Revellín.Esa Ceuta en la que no había Planes de Empleo pero si un bazar en cada portal.

Esa Ceuta provinciana y poco estimulante la he tenido en la cabeza durante las últimas horas. Ya salimos por la tele: sea porque nuestras fronteras son violentadas  de contínuo o sea porque viene el líder de un partido nacional y se arma la de San Quintín. Esa Ceuta en la que todo pasaba por la tele, y a la que hubiera querido volver varias veces a lo largo de toda la mañana.

Esa era una Ceuta verde, donde generaciones enteras hemos crecido cogiendo palmitos o jugando al escondite. Ese chalet de la Ponderosa que todos los niños hemos querido comprar cuando fuésemos mayores; el punto en el que el coche hace un efecto óptico en el que parece que estás en marcha atrás cuando tienes el punto muerto. Ese santuario en el que dicen que se aparecia la Virgen o esos siete fuertes medievales. Ese otro lugar donde si a las doce de la noche decías doce veces la misma palabra te arresgabas a ser carne de Cuarto Milenio o esos otros donde reinaba el jabalí porque ni siquiera los perros se atrevían a entrar por los zarzales.

Salvo el Chalet de la Ponderosa, todo eso ha dejado de existir. Unas cuantas manos sin alma han provocado el mayor incendio de la historia de esta ciudad. El fuego ha destrozado montes, recuerdos y expectativas de que Ceuta, la provinciana o la que quiso ser vanguardia, avancen en coexistencia con nuestro medio ambiente. Un lugar lleno de historia: desde sus estribaciones, se ve la Mujer Muerta, la cueva donde Europa empezó y según mi amigo José Manuel Pérez Rivera, cerca de la zona quemada se encuentra la mítica fuente de la eterna juventud. A ella habrá que encomendarse, si es que sus mágicas aguas no se han visto también contaminadas por la ceniza.

No se quien habrá provocado esto, y espero no conocerlo personalmente. Desde aquí, mi absoluto desprecio, por ser suave. Pero eso sí: que a nadie le sorprenda. Sabíamos que podía pasar. Quien firma estas líneas ha recogido, mientras cubría el incendio, varios cascotes de cristal a punto de estallar por el sol. No hay cortafuegos, no hay jabalíes que se coman los rastrojos, hay tres bomberos para el retén durante todo el verano, la gente es incívica pero la limpieza también parece mejorable. Una pregunta flotaba en el ambiente: si para un grupo de turistas, que pasan por Ceuta para  hacer turismo como son los magrebíes de la OPE se fletaron -cosa que no critico, al contrario-  barcos de madrugada ¿por qué no para que viniera la Unidad Militar de Emergencias unas cuantas horas antes?.

Ceuta, pues, tiene que formularse muchas preguntas y escuchar algunas respuestas. De modo sincero, en estos años en los que apenas habrá riesgo de incendios porque prácticamente no queda campo por quemar. Me preguntaba esto mientras charlaba con unos exhaustos bomberos -gran trabajo, señores: sois los mejores-  junto a la placa que recuerda a mi apreciado Sahabito: ¿acaso no éramos más felices cuando todo lo interesante se veía por la tele?...

Cuando lo veíamos por la tele