jueves. 25.04.2024

Daños colaterales

La Justicia habla, y el resto debemos guardar un prudente silencio. En los últimos días, tres casos de presuntos abusos sexuales han ofrecido novedades desde el punto de vista judicial. Estas personas están en las condiciones ya referidas, y es ahora en los juzgados donde debe dirimirse si los cargos atribuidos a cada cual son, o no, ciertos. Ni media palabra más, por mi parte,  sobre el asunto.

 

Ocurre, sin embargo, que las redes sociales han dado notoriedad a todo aquel que tenga un perfil en Facebook o Twitter. Y a las ínfulas de grandeza y de influencia de muchos personajes. Juan Calvino,  uno de los personajes más infaustos que haya gobernado alguna vez cualquier lugar, disfrutaría como un animal (redundancia)  con este invento que permite a auténticos iletrados delatar con total impunidad y sin fundamento. Si, todos llevamos un "cuñado" dentro. Pero en las redes, aquello del difama que algo queda es tan peligroso que en aquella Ginebra sometida a su yugo y capricho. Más que nada por la inmediatez, porque el "me lo ha dicho uno que conoce a otro que lo ha escuchado y sabe de lo que habla" ha pasado de la barra del bar a recorrer el mundo, de móvil en móvil, en cuestión de segundos. Goebbels o Honecker debieron tener sueños húmedos con inventar algo así.

 

Se nos olvida que, después del "like", queda la vida diaria. La intimidad, el mirarte al espejo, el sacar a los niños al colegio, el ir a trabajar, el vecino en el ascensor, el café diario. La vida sin megas. Y a muchas personas, la ligereza con la que se propagan determinados bulos se les está haciendo muy cuesta arriba.

 

"Me han dicho que han denunciado para sacar dinero, como las niñas del Lope". Es el comentario de moda en los últimos días, en perfiles concretos o audios de WhatsApp. Un poco de reflexión: ¿alguien cree que, con una sola denuncia y un formulario, te pagan un dineral y a otras cosas?. El pederasta -no presunto, sino condenado- del Lope de Vega estuvo dos años en prisión, hasta que al final se le condenó por un tribunal. En cuanto al pago, se les cuantificó en base a los cálculos hechos no por el primero que pasaba por ahí, sino por un psicólogo forense. Suficiente o no, pero garantista.

 

Ahora vienen los daños colaterales. ¿Nos hemos puesto a pensar en que estos comentarios, sitúan indirectamente, el epicentro de estos casos en el del colegio de Azcárate?. ¿Hemos pensado en lo que sentirán los familiares de aquellas niñas cuando lean estas sentencias de cotilleo y barra de bar, a los que de algún modo se culpa por percibir una indemnización que ningún padre querríamos cobrar?. Serenémonos. Dejemos que actúen jueces, fiscales, peritos, psicólogos y abogados.  Apostemos por la Ley; es lo único que nos sigue separando de la jungla. Y pensemos que nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto por tener más seguidores que el vecino del quinto. 

 

 

Daños colaterales