miércoles. 24.04.2024

El Capitán Caballa

He visto negocio. Lo huelo. Con tanta película de superhéroes, reinicios, secuelas, derivados y viceversas, tengo muy claro que esto del periodismo es muy bonito, pero a mis años ya merezco ganar pasta de la buena. Ya estoy harto de elecciones, campañas electorales, promesas electorales, carteles y banderolas. Y lo hago desde un convencimiento: esto de las elecciones, con Franco, no pasaba.

 

Así que yo también voy a crear un superhéroe. Pero este no va a nacer en un planeta que esté algo más cerca que Badajoz en tren. No. Mi superhéroe va a nacer en Hadú; su padre va a ser un operario de TRACE y su madre va a currar en el Plan de Empleo y va a batir records de faltas de ortografía en esos grupos donde todo se vende y cambia.

 

El pequeño Yeray Abdelkader era un niño feliz, hasta que de chico se cayó de cabeza en un cubo de salmuera para los volaores. De inmediato comenzó a desarrollar una serie de poderes que le hacían distinto al resto: sus prodigios le permitían saber que cuando no es levante, es poniente y si no vendaval y trepar por los tejados y edificios con la agilidad propia de una maruja rebuscando en el Centro de Oportunidades de El Corte Inglés. Un día, cometió la imprudencia de echarse un "piti" en la terraza con 50 kilómetros hora de viento. Apareció en Alicante un cuartoe de hora después

 

Así que nuestra criatura descubrió que podía volar. Y pasó el resto de su vida consagrado al servicio de su Ciudad, pero manteniendo su doble identidad. Por la mañana, pasaba desapercibido con el chandal amarillo fosforito, la cadena de oro y Maluma sonando en los cascos del móvil "to guapo" que le había regalado la Yenny para los Reyes. Pero por la noche, en esos momentos en que la ciudad duerme, aparecía el Capitán Caballa.

 

Es capaz de lo más grande: de lograr que el Ceuta gane tres partidos seguidos, que los ferrys salgan a su hora, desplazar con su visión de rayos S (de Salmuera) a cientos de porteadores al otro lado de la frontera con un solo vistazo.  Su presencia atrae cada semana a 13.503 visitantes, ávidos de verle volando o apreciar en el cielo el Campero de Corazones proyectado desde el Monte de la Tortuga con el que se le avisa cuando hay un peligro inminente. Consigue que las máquinas de limpieza crucen el Puente del Cristo con más frecuencia de lo habitual e, incluso, logra que los Plenos duren un cuarto de hora, aprueben un PGOU cada dos generaciones y traten hasta cosas serias. A veces, se las tiene con  "Green Loset", el malvado adversario que adquiere fuerza con la lluvia. Y siente compasión por "Menax", el pequeño supervillano al que le gustaría salvar del lado oscuro, que volviese a ser simplemente un niño y no un prisionero de Pegamentix que le embruja para cometer mil fechorías y protegerle de los peligros de la infernal Escollera de la Muerte. Pero me temo que eso no está a la altura, en estos momentos, ni del más aguerrido de los superhéroes.

 

Y ustedes ¿cómo lo ven?

 

 

El Capitán Caballa