sábado. 20.04.2024

La andaluza niñería

Cualquiera que haya visto alguna vez un discurso de Juan Vivas -tiempo han tenido: lleva el hombre en el cargo desde 2001- se habrá percatado que en un alto porcentaje de las ocasiones, suele acabar con los versos de López Anglada. Si: esos que señalan que Ceuta es una niña que se escapó de la mano a su madre Andalucía y bajó al mar. Lo del "pequeña, dulce y marinera" que tanto le gusta esgrimir al presidente, ya saben.

Se me vienen a la memoria los versos de Anglada por los acontecimientos de las últimas horas. De un lado, el debate entre si somos o no somos andaluces que arrecia cada 28 de febrero. Cierto es que mi cultura, mi habla, mis costumbres y mi forma de ver la vida es netamente andaluza. Mis ancestros, también; a esta tierra que fue de oportunidades hace más de un siglo llegaron mis antepasados procedentes unos de Málaga y Almería y otros de La Línea de la Concepción y Marbella. Y yo también siento como propio aquello de "menos rollos de verdes mares, de campiñas y de olivares", que decía el capitán. Pero no soy andaluz: no me gusta estar donde se me enseñó la puerta. Y el dedo señalando a la salida correspondía a Felipe González Márquez y Alfonso Guerra González. Ahora estadistas que tienen soluciones para todo, incluso para los problemas que ellos mismos no fueron capaces de resolver, sino es que provocaron directamente. Al segundo de ellos, cuentan que su mili en el Hacho le dejó con más traumas que a Bruce Wayne. Aclaro, pues, que mi desapego hacia Andalucía es institucional, no hacia sus gentes.

Un buen amigo me decía que "en el momento en que me enteré de aquel desprecio, soñé con volver". Yo le respeto, pero en el momento en que me enteré de aquel desprecio quise que Ceuta volviera a ser la perla entre el pecho y la garganta del mundo, como dijera Muley Ismail. Que ya que estamos más solos que Robinson Crusoe con levante, que al menos tuviéramos una tasa de paro envidiable, unas escuelas punteras y una sanidad exquisita. Que si estorbábamos a la aritmética psoera de los años 70, que al menos hubiera merecido la pena.

Escribo estas líneas cuando el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, hace horas que ha cumplimentado su tercera visita institucional a Ceuta. Algo que, sin segundas y como ceutí, le agradezco profundamente. Y además, me da que esta es la más importante de todas, precisamente por el hecho de que no ha ocurrido nada trascendental para que venga.  Vamos, que inaugura un Centro de Salud en Ceuta como si se trata de una granja aviar a la salida de Burgos.

Pero, ¡Ay, presidente!. Usted que abandera, al menos discursivamente, una lucha por la sanidad pública; usted que pone a la sanidad madrileña como ejemplo de lo que no hay que hacer con los dineros públicos. Podría, qué se yo, haber dado algún paso adelante para que a la  putada que es necesitar radioterapia deje de unírsele tener que cruzar el Estrecho. Podría, es un poner, pegar unos cuantos telefonazos y que nuestros médicos y enfermeros tengan contratos que duren más que la Copa del Rey de Baloncesto. Es decir: si usted verdaderamente quiere arremeter contra la privatización de la sanidad, puede hacerlo desde el encendido discurso o desde el contraste de datos. Y, créame, Ceuta es en ese sentido el mejor laboratorio que pueda imaginarse.  Básicamente, porque junto a Melilla, es el único área de gestión directa que les queda.¿Caro?. No lo creo, en el contexto de unos Presupuestos Generales del Estado.

La andaluza niñería no es que viva en soledad, presidente. Es que, además de sola, vive enferma...

La andaluza niñería