jueves. 25.04.2024

La guerra (perdida) del general Escobar

Me hubiera encantado tener una máquina del tiempo para ver la cara de Lluis Companys el 18 de julio de 1936 cuando una compañía de agentes de la Guardia Civil acudió a buscarle a la Generalitat. El coronel al mando, lejos de ordenar abrir fuego en aquellos momentos, se cuadró con un "a sus órdenes, señor presidente". Estoy convencido de que Companys estaba preparado para cualquier cosa menos para eso. Desconozco si ambos lo intuyeron, pero los dos serían los únicos fusilados en el Castillo de Montjuich una vez terminada la guerra civil. El segundo, por orden directa del general Franco.

 

Aquel guardia civil no era un 'rojo irredento'. Antes al contrario, Antonio Escobar Huertas era un hombre de profundas convicciones católicas, de misa diaria y que había asumido los códigos de honor de los Ejércitos hasta el punto de no tener problema en dirigir su propio pelotón de fusilamiento. El general Escobar solo pidió como condición morir con un crucifijo y a sus hijos que perdonaran y no se dejaran llevar por el rencor.

 

Escobar conocía, mejor que nadie, las dicotomías de aquel conflicto. Eligió la obligada obediencia a la autoridad superior -el Gobierno republicano y, en el caso de la Ciudad Condal, la Generalitat- y a nivel personal vivió el amargo trance de tener un hijo en cada bando de aquella locura. Por ser leal a la República, fue visto como un traidor por los nacionales. Por ser militar y de fuertes convicciones católicas, una pieza de caza mayor para el bando de la izquierda. Por ambas cosas, un reo cuya sentencia de muerte se dictó y firmó en El Pardo.

 

El general Escobar, cuya tragedia le valió un Premio Planeta a José Luis Olaizola y una magnífica interpretación a Antonio Ferrandis, murió en Barcelona. Nació en el mismo edificio en que murió una barcelonesa ilustre, cuyo deceso se recuerda -merecidamente- con un mosaico en el que se la representa dando cañonazos en el Sitio de Zaragoza. Sin embargo, ni una placa recuerda en su Ceuta natal ni en su Barcelona de adopción al General Escobar. Casi ochenta años después de su muerte, el olvido de su persona y de su mensaje de perdón y respeto a la ley es la verdadera derrota de uno de los ceutíes más ilustres de la última centuria.  Porque si olvidamos a mártires como el, de la Guerra Civil solo nos quedará el odio. Y precisamente no vamos faltos de esto último en los tiempos que corren...

La guerra (perdida) del general Escobar