jueves. 25.04.2024

Lo que faltaba: la gran coalición

Hay algo en el Partido Popular, a nivel nacional, que me empieza a parecer digno de estudio. Sus presidentes -todos- suelen ser bastante peores como candidatos que como gobernantes. A Aznar se le acusaba en la oposición de no mover ni el bigote, a Rajoy de estar en mitad de la escalera sin saber si bajaba o subía y Casado no ofrece un titular ajeno a lo monocorde desde su primera aparición en público, en un congreso de Nuevas Generaciones de Madrid. Los dos primeros fueron presidentes, por hartazgo del personal sobre González y Rodríguez Zapatero, y del tercero creo que, apenas resista un par de asaltos por su flanco derecho, solo tendrá que sentarse a esperar a que por el lado izquierdo todo se venga abajo. Aznar y Rajoy fueron mejores gestores que candidatos, con sus sombras -que las tuvieron, y alguna gigantesca-, como tal vez ocurra a Moreno Bonilla en Andalucía.

 

Dicho lo cual, Casado se ha tenido que ir al fin del mundo -Jorge Mario Bergoglio 'dixit'- para ofrecer, como decíamos, una frase que sea viral sin necesidad de ser tomada a pitorreo: ofrecer al PSOE una gran coalición. Es lo que nos falta. No lo digo con dramatismo o entusiasmo.  Es que es justamente lo que nos falta por probar.

 

La gran coalición no tiene por qué ser mala o buena por definición. Recapitulemos:  Suárez venía con los muebles cuando compramos la casa, y a partir de ahí tuvimos gobiernos de izquierda con mayoría aplastante o apañadita, gobiernos de izquierda en minoría y con apoyos de nacionalistas y también gobiernos del PP con mayorías exiguas o aplastantes, más o menos sensibles a las reivindicaciones de PNV o CiU en función de la aritmética electoral. Ahora hay un gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, que a su vez es una colección de micropartidos del más distinto pelaje. Efectivamente, de todos los métodos de gobierno posible, es el que nos queda por probar.  Esto, a fin de cuentas, es como lo de pagar impuestos: el problema no es el qué, sino para qué. Y cómo se gestiona.

 

¿Llegará?. Es probable. Una votación del parlamento holandés el pasado verano comprometía al Gobierno de Mark Rutte -el nuevo Rey europeo de la austeridad, retirada y homenajeada la canciller Merkel- a vigilar que cada céntimo de euro destinado a España fuese, efectivamente, para lo que se haya comprometido. Podemos convenir que nuestro país es un desastre en términos de proyección internacional o recordar que en Holanda nació la leyenda negra que nos culpa prácticamente de todo lo que ha ocurrido al mundo en los últimos cinco siglos, desde el exterminio de pueblos indígenas hasta la discografía de Maluma.  Y ambas teorías serían ciertas. Pero la realidad es la que es: Holanda tiene peso en Europa, y los euros vienen de la Unión. Donde, por cierto, no manda la mayoría sino la unanimidad. Un sólo voto en contra puede tirar abajo el acuerdo de los otros veintiséis. Nos guste, o no, así funciona. Estamos con lo puesto, en definitiva. 'Viva La Haya y Rotterdám, y viva Eindhoven que no está mal'.

 

Que el Mediterráneo sea un carajal permanente es lo contrario a lo que entienden ahí arriba por paises serios y fiables. Y más después de la investidura de Mario Draghi: solo uno votó en contra "para que no parezca que en Italia no hay oposición".  Otra cosa es que el primer ministro fuese candidato electo por la ciudadanía o persona de consenso por el parlamento. Ahí estaría la clave, y en la capacidad de asumir sacrificios personales por parte de los líderes de ambos partidos. No se por qué, pero mientras escribía esta línea se me venía a la mente la cara de cierto señor conectado con Ceuta y cargo y residencia en Hamburgo...

 

Llega esto cuando PSOE y PP alcanzan un acuerdo en Ceuta. Que nadie lo tome como un ensayo general de nada: no deja de ser política local y los puentes -busque cada cual el motivo y los culpables- entre PP y VOX están rotos no sólo en lo programático, sino también en lo personal y, o hay acuerdo o nos pegamos cuatro años con el Presupuesto prorrogado. Añadamos que desde el punto de vista de la gestión, Ceuta no es una ciudad fácil, principalmente para el Gobierno central. A veces, la mejor descripción de los hechos es la simple enumeración de los mismos.

Lo que faltaba: la gran coalición