martes. 23.04.2024

Nada que celebrar

La silueta de Benzú me sigue recordando a la de un gato recostado a los pies de una mujer. De vez en cuando, las campanas de Villajovita evocan los recuerdos de aquel niño que temió ir al infierno al cometer la imprudencia de tomar la Comunión dos semanas antes de lo que le correspondía. Sigo creyendo que los mejores atardeceres del mundo son aquellos a la sombra de un árbol en San Antonio, cuando el sol cae sobre el Estrecho y realza la figura de una ciudad de la que, confieso, me gustaría huir en ocasiones para luego darme cuenta de que no me entiendo sin ella.

 

Una ciudad que mañana conmemora su día, pero tiene poco o nada que celebrar. Entre que en los últimos años, el Día de la Autonomía se ha convertido en una sucesión de discursos y medallas sin más acto que lo complemente (ni un triste torneo de petanca) y la pandemia que todo lo para, confieso no tener el ánimo para inflamarme el pecho y subir fotos de la blanquinegra a redes sociales. El postureo lo dejo para mejor ocasión. No voy a entrar esta vez en el debate, tan cansino como venenoso e interesado, de si lo que se celebra este miércoles es un hecho histórico o una toma militar, cuando fueron ambas cosas hace 605 años con la mentalidad de hace 605 años.

 

¿Por qué?. Poco o nada hay que celebrar cuando han muerto cinco de los nuestros, a la hora en que escribo este artículo, y sabe Dios cuantas vidas más se cobrará el coronavirus. Porque entre el virus y el cierre fronterizo (aquello de poner todos los huevos en la misma cesta, que luego acaban rompiéndose al caer al suelo), no debe quedarnos mucho para que más del 50% de la población esté desempleada. El 50% restante, funcionarios o personal a sueldo de las administraciones públicas. La iniciativa privada, por tanto, reducida a la condición de hazaña en una ciudad en la que hace treinta años raro era el día en que no había autobuses de compradores colapsando el Revellín de los bazares.

 

Nada o poco hay que celebrar, cuando el Plan de Empleo (unos meses tras los que te queda algo de paro) es la única salida laboral para la juventud o los desempleados. Ni siquiera la ministra Celaá, certera en el fondo pero absolutamente impresentable e irrespetuosa en las formas en el asunto de la Comisión Interministerial, ha recibido la respuesta que merecía por parte de la clase política ceutí, más allá de algún meme de 1º de Photoshop.

 

No hay nada que celebrar cuando ni siquiera hemos dado batalla en Bruselas para conseguir que no se nos vea como un tercer país a efectos de importación de productos y podamos desarrollar una industria propia. Cuando en plena época de calentamiento de los oceanos, no hemos tenido la ocurrencia de que algún edificio señero (tal vez el Fortín de San Amaro o la Cárcel de Mujeres) pudiese albergar algún día una Facultad de Ciencias del Mar o cuando la Cabililla de Benzú obliga a reescribir todos los libros mundiales de Prehistoria sin una Facultad que la soporte. Lo digo porque las facultades suelen traer estudiantes, profesores, familiares de visita, etc, desarrollar una pequeña industria hostelera, restauradora y tal en zonas, ademas, castigadas por el desempleo como son los dos extremos geográficos de la ciudad. Poco para festejar cuando ni siquiera el FRONTEX tiene presencia permanente en Ceuta, más allá de un par de patrullas que todos los años prestan algún servicio en la ciudad, cuando no hay ningún organismo comunitario que estudie fenómenos migratorios en la Puerta de Europa en Africa, pero también en la de África en el Viejo Continente. Y saben Dios y mis interlocutores que esto se lo he sugerido con la mejor intención a representantes de todos los partidos politicos en privado antes de ponerlo por escrito en este artículo. Y el Rey de España, el Jefe de Estado,  ni está ni se le espera. Y lo peor: da la sensación de que nos importa un bledo. Ofertas de las navieras y escapada en el primer puentecito apañado que nos dibuje el calendario. ¡Ay, Ceuta, la antaño reivindicativa, la que colapsaba la Castellana pidiendo autonomía!

 

No, Ceuta: este año no te diré que te quiero, porque lo sabes pero el cuerpo no me lo pide. Ni siquiera, seamos sinceros, tengo ahora la convicción de que todos mis caminos sigan conduciendo al Hacho. Sinceramente, me gustaría que asi fuese. Pero mientras los años van acumulándose en el DNI, la sombra de la ciudad que un día fuieste es cada vez más borrosa. Y la nostalgia que deja su recuerdo, más dolorosa.

 

Hasta la próxima, Ceuta. Mejórate.

Nada que celebrar