jueves. 25.04.2024

Nazis

Yo también creí que de esta salíamos mejor que como entrábamos. Pensé, iluso de mi, que con una espiral de la muerte en la que 'sólo' 50 fallecimientos en un día es una buena noticia nos haría mejores como sociedad, que ganaríamos en horizontalidad y asumiríamos que, ya que el maldito virus nos amenaza a todos por igual, podríamos responder de un modo más sereno.

 

Pero lejos de ello, esta crisis ha sacado al nazi que todos llevamos dentro. Lo que nos llevó, recordemos, a que muchas personas tuviesen que colocarse un pañuelito azul en el brazo para identificarse como autistas y ahorrarse los insultos de la Policía de Ventana. Esa misma que apuraba la tarde bailando "Resistiré" en camiseta de propaganda o aplaudendo  a todo lo que llevase una sirena en el techo.

 

Nuestro nazi interior nos ha hecho dudar de la profesionalidad de funcionarios que en algunos casos han seguido trabajando sábados y domingos para que a nadie le faltara nada. El mismo nazi que nos lleva a pensar que los médicos -algunos llevan, y bien hace Jesús Lopera cada lunes en recordarlo, trabajando dieciséis horas diarias sin parar desde marzo- son peores que la propia pandemia. Eso si: nuestro aplauso a las ocho y nuestro lema molón en Twitter. Luego algunos se encontraban con carteles invitándole a irse a otro sitio o el coche pintado, señalados, estigmatizados.

 

 

El nazi intravenoso nos lleva a decidir que cualquiera lo hubiéramos hecho mejor que Fernando Simón o que Salvador Illa es responsable de la muerte de casi 30.000 personas. Eso si somos de derechas; el nazi interior de las izquierdas nos lleva a beatificar a los anteriormente citados, que alcanzarán el paraíso junto al Todopoderoso (Pedro Sánchez, por supuesto: ¿quien es ese tal Dios?) y considerar un ataque al Estado siquiera pensar en la alergia a las corbatas de Pablo Iglesias

 

Todos lo hubiéramos hecho mejor que el otro, en definitiva, pero seguramente nadie se acercaría a nosotros en lo nuestro. Porque mientas pontificábamos, Twitter o WhatsApp al ristre, se nos olvida que nosotros también estamos en la diana. Del vecino de enfrente que te miraba raro cuando bajabas la persiana antes que nadie en esa época en la que queríamos tanto a nuestros sanitarios y agentes o aquella otra que daba saltos mirando el reloj cuando, simplemente, ibas a tirar la basura sin mascarilla.

 

No, no somos mejores que antes. Al contrario.

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