viernes. 19.04.2024

Pese a ellos, ganaremos

De Pedro Sánchez no diré nada hasta que no pase la crisis, pues como dirían los americanos, es el comandante en jefe y estamos en tiempos de lucha contra un enemigo atroz, desconocido e invisible. Solo me quedaré con su rostro tensionado con el que ha aparecido en los últimos días: no se si eso responde a verse superado por los acontecimientos, a la responsabilidad del cargo o al cansancio físico y psicológico que debe ser brutal en la segunda autoridad del Estado. Me reservo, por principios y en principio, mi opinión sobre el presidente en esta crisis.

 

El resto de la clase política, como siempre. A Casado le faltaron minutos para tratar de arañar votos desesperadamente: creo que el mandamás de Génova tiene capacidad para un comportamiento menos escualo que el demostrado el sábado por la noche. VOX y Unidas Podemos han dado vergüenza ajena con los mensajitos a raiz de los positivos de sus miembros, y Ortega Smith va a tener que hilar muy, pero que muy fino, para tratar de convencernos de que no es un racista y xenófobo declarado tras su broma sin gusto sobre los anticuerpos chinos.

 

Por no hablar de la insoportable catetez reduccionista de Quim Torra o Íñigo Urkullu, que ni por estas ni para estas. O del nulo ejemplo dado por Pablo Iglesias pasándose la cuarentena por el arco del triunfo. ¿Cómo era aquello del ejemplo de los gobernantes o la mujer del César, vicepresidente?. Tampoco es que me apetezca hablar de los chistes de Toni Cantó, que una vez hace cuarenta años contó uno con gracia o de Suso del Toro y Clara Ponsatí. A esta última si me gustaría darle un consejo: como la buena señora debe tener más años que un bosque y vive en el Reino Unido, yo no haría muchas gracietas sobre el asunto. Más que nada por que Boris Johnson ha dejado claro que priorizará el futuro de la economía británica al presente de las urgencias médicas.

 

Tampoco voy a perder mucho tiempo en los autores de memes falsos, de audios alarmistas o de aquellos irresponsables que ayer salieron a correr, a montar en bicicleta o a vaciar las estanterías de papel higiénico. De aquellas familias que acudieron en masa para comprar yogures o tomate en conserva como si fuera para una boda.

 

No. Con lo que me quedo es con los profesionales de la sanidad pero también conductores, taxistas, limpiadores, policías de cualquier cuerpo, guardias civiles, barrenderos, dependientes o vigilantes de seguridad que están dando lo mejor de si mismos en estos primeros días de cierre por decreto. Me quedo con la gente que se ofrece a ir a la farmacia para atender las necesidades de quien no pueda hacerlo por si mismo; quien dice farmacia, dice supermercado. Me quedo con quienes antes de difundir cualquier bulo preguntan si esto es verdad al periodista que tengan más a mano o quienes salen cada noche a aplaudir a nuestros superhéroes de bata blanca.

 

Me quedo con la gente que diseña y comparte juegos para que los niños estén entretenidos; con los cantantes que nos preguntan cual es nuestra canción favorita para ofrecernos un concierto en el salón de nuestra casa. Con los escritores que cuelgan sus obras en pdf o las plataformas de streaming que desbloquean contenidos o con aquellos que reparten alimentos a quien no tiene techo donde cobijarse. Y por supuesto, me quedo con hombres como Luis Enjuanes y su equipo, trabajando sin descanso por una vacuna que nos salve de esta. Por ellos, y por alguno más que seguro me olvido, tengo una sensación. Ganaremos. A un coste elevado, pero lo haremos.

 

 

Pese a ellos, ganaremos