martes. 23.04.2024

Queridos Reyes Magos

No soy excesivamente creyente ni monárquico, mis queridas majestades. Pero siempre he preferido que sean vuesas mercedes y no ningún gordo con pijama -un tipo majo, no lo dudo- el que atienda mis humildes peticiones. Más que nada porque nos conocemos desde siempre. El otro viene desde Laponia; vosotros desde el desierto, tan enigmático, o desde mi querida Huelva. El otro viene en reno; vosotros en camello, que son animales hechos para resistir mil desventuras. El otro va por libre; vosotros en equipo. Al otro lo patrocinan mil marcas de refrescos y a vosotros os anuncia una estrella.

 

Es por eso que no os voy a saturar en mi petición de cara a esta noche. En lo material, me conformo con algo que me conforte e incluso sea útil. Y me olvidaré de la paz o el final del hambre; por mas que os lo hemos pedido muchos a lo largo de la historia, veo que vuestros sinceros esfuerzos han sido infructuosos.

 

Me conformo con un perfume que huela a tierra mojada o a pinar floreciente; con algún atardecer de esos en los que el sol viene a despertar a la Mujer Muerta. No es por hacerle ascos a la ropa interior, las zapatillas o los frascos de colonia, pero lo cambio todo a perpetuidad por la sonrisa temprana de un niño. No hace falta que me traigáis libros; me conformaré con abrir el cuartillo de las cosas olvidadas y que el polvo de páginas amarillentas me recuerden aquellos años en los que me levantaba a escondidas para buscaros con la cara pegada al cristal.  No me vendrían mal algunos peluches; los míos estan ya muy viejos y de sobra sabéis que en unos meses los voy a necesitar. Y en cuanto a música... pues lo que queráis, ya lo sabéis. Aunque con el ronroneo de algún gato -el verdadero sonido de la paz- sabéis que voy contento.

 

No, no desprecio lo material; seré feliz con lo que tengáis a bien dejarme mañana. Y os pido que nunca, por más que pasen los años y la rutina me haga callos en el alma, dejéis que me olvide de esta mágica noche. Que nunca permitáis que me quede sin sueños. Solo ellos me permiten encomendaros a vosotros y, con los ojos cerrados, abrazar a algunos de los que ya se fueron o escuchar como Enrique le canta cada mañana a la Alhambra en voz baja esa canción que tanto me gusta. Aquella de la condena al hastío por intentar cambiar el sistema desde dentro...

 

 

Queridos Reyes Magos