jueves. 25.04.2024

Rafa y Orestes

He de reconocer que, siempre que mis obligaciones laborales y personales me lo han permitido, durante casi un año he estado pegado a las 20.00 horas a Antena 3 y su Pasapalabra. Dos tipos con los que te tomarías un café o te irías a ver un concierto han tenido a medio país pendiente del televisor para ver quien se llevaba un bote que iba aumentando todos los días hasta alcanzar una cifra mareante.

Al final ganó el mejor, Rafa Castaño. Lo que hizo fue sencillamente impresionante. Como los asiduos al concurso sabrán, la parte final del concurso consiste en ir respondiendo contínuamente una palabra de la A a la Z, pudiendo los concursantes parar para ir a una suerte de repesca si no tienen clara la respuesta. Rafa no sólo se llevó los dos millones y pico -para gozo de María Jesús Montero y su gente- sino que completó las veinticinco palabras de un solo tirón. A Orestes Barbero, su oponente que llevaba más tiempo concursando, no le dio tiempo ni siquiera a responder una sola pregunta. De aplauso.

No es sólo lo televisivo, lo puramente inherente al concurso; es también lo que se esconde tras el. Son dos chavales jóvenes; Orestes, por edad, podría ser hijo del firmante, puesto que el tiene 25 y yo ando justo a mitad de camino entre la cuarta y quinta planta. Ambos se han esforzado, ambos hubieran merecido ganar. Ambos han sabido forjar una complicidad, una química y un respeto pese a que se estaban jugando los cuartos. Uno del norte, que pertenece a esa extraña especie de tipos con los que te ríes pero a base de lo malos que son sus chistes. Tiene "cara de sano, de buena gente", dirían los antiguos. El otro, Rafa, sevillano y sureño: mejor estratega, pero elegante en las formas tanto con los famosos que van a ayudarles como con su dignísimo oponente al que dirigió sus primeras palabras tras su histórica victoria. Uno, estudiante de Filosofía y Filología, que ha vivido durante el último año entre sus estudios universitarios y el plató de grabación, con un peculiar eje -Burgos, Madrid, Pamplona- para formarse y conseguir el bote que se le ha esfumado. Sin más dramatismos: "tengo para zanjar algunos asuntos pendientes y para vivir unos cuantos años. No hay pena", dijo cuando le preguntaron por su exiguo botín de 215.000 euros. El otro ha promediado doce horas diarias de estudio. Licenciado en Periodismo y socio de una librería, admite en entrevistas posteriores que aún no ha digerido el dinero que ha cobrado, y que como el mismo es destinatario de Sanidad o Educación no tiene ningún reparo en que Hacienda se lleve casi el 50% de lo que se ha labrado.

Como vivimos en los tiempos en que vivimos, tras el bote me fui a Twitter. Y el panorama era desolador: desde gente convertida en auténticos talibanes de uno y otro, a los que no conozco pero seguro que mirarían con desagrado esos enfrentamientos, hasta la eterna teoría de la conspiración. "Se lo han regalado, se lo han puesto fácil". ¿Se lo han puesto fácil? ¿Meses estudiando un puñado de horas al día, memorizando el accidente geográfico o el medallista olímpico más difícil que nos podamos imaginar, para que luego digamos que se lo han puesto fácil?. Y lo escribimos nosotros, con la manta por lo alto y desde el sofá de casa. Seguimos siendo el país con más seleccionadores nacionales, policías y presidentes del Gobierno por metro cuadrado. Seguimos sin dejar de ser un país que menosprecia el talento y el esfuerzo (ajenos) para aplaudir a cualquier cantamañana.  Seguimos siendo la España que no resolvía sus problemas, pero que cantando y embutida de faralaes se iba a la entrada de Villar del Río con la intención de darles el mangazo a los yanquis.

Necesitamos, por tanto, más ejemplos como el de estos dos tipos, que parecen investidos de la humildad de quienes son  realmente grandes. Necesitamos más gente, o más ejemplos de, que sean capaces de aplaudir al vencedor y de agradecer al que pierde porque le ha obligado a esforzarse y dar lo mejor de si mismo. Necesitamos, por tanto, más gente normal haciendo cosas importantes. En estos años de histeria, quiero pensar que ambos sintetizan mejor lo que tenemos en las calles que los 350 que ocupan asiento en la Carrera de San Jerónimo. Cuando recuerdo la actitud de ambos y lo comparo con lo vivido en la moción de censura de estos días, me reitero en que hay una rareza sistémica que siempre hace a los pueblos mejores que quienes los representan o gobiernan. Por mucho que Orestes cuente chascarrillos que, perfectamente, podrían estar tipificados en el Código Penal por delitos de lesa humoridad..En el sur -comprobado queda- también sabemos hacer chistes malos, amigo...

Rafa y Orestes