jueves. 28.03.2024

Regímenes a juicio

Horas antes de que Puigdemont pretenda emular a Lord Palpatim y prometer su cargo con lealtad a Skype, Outlook y WhatsApp, llega una sentencia que no por esperada es indiferente: la condena a Felix Millet y Jordi Montull, además de a Daniel Osácar y lo que quede de CDC a varios años de prisión y el abono de una fuerte multa por el "Caso Palau". Algo a celebrar: a poco que se conozca de refilón la sociedad catalana, se puede palpar el fuerte trauma que supuso el caso. Sobre todo por la vergonzosa implicación de Millet; es una estatua de su abuelo -fundador del ente saqueado- la que da entrada al bellísimo edificio barcelonés. La constatación de que el latrocinio ha sido perpetrado por "uno de los nuestros" ha sido una de esas espinas clavadas en la garganta que solo generan ansiedad y malestar en una sociedad ya de por si azotada por mil demonios en los últimos años.

 

Si a Millet se le achaca una codicia sin límites ni principios, otro tanto puede decirse de Rodrigo Rato. Como el 'Molt Imputable', aprovechó recientemente una comparecencia en el Parlamento que fue su casa para lanzar dardos envenenados. Cierto es que el Gobierno tendrá que aclarar, si procede, la sospechosa coincidencia entre la detención de quien fuera uno de los hombres más poderosos del país y ciertas filtraciones periodística, pero la intención de Rato de no callarse recuerda bastante a quien fuera su contertulio en el Majéstic. Que no se priven, por favor. Y todo esto mientras comienza el juicio por la supuesta financiación irregular del PP en la Comunidad Valenciana.

 

Mientras, la Junta de Andalucía es doble noticia. El calvario judicial y personal de los dos ex presidentes del PSOE y la Junta, Chaves y Griñán,  prosigue con el desfile de los principales inculpados por el vomitivo caso de los ERE. Si lamentable es que gente bien y sin necesidad de meter la mano en caja ajena lo haga como ocurrió con Millet o el hijo de don Ramón, no lo es menos una trama urdida en torno a ayudas y regulaciones de empleo en una comunidad tradicionalmente castigada por la ausencia de este último. La otra noticia es la descacharrante decisión de que los  funcionarios públicos dispongan de unas horas de teletrabajo para burlar al Constitucional. No se quien habrá sido la mente pensante que decidió que, para evitar llegar a un número de horas semanales, es necesario que el ordenanza de un Instituto de Algeciras o Alhaurín descubra su conexión con el Universo a través de Buda. Pero no contribuye, para nada, a derribar el dañino y falso mito del andaluz despreocupado y parásito.

 

Con Iglesias y Sánchez desaparecidos de los sumarios de apertura y varios regímenes -más los que vendrán- en los tribunales, Rivera y Errejón pueden empezar a sonreir. Tienen motivos para ello...

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