sábado. 20.04.2024

La primavera

Laura Ortiz / Archivo
Laura Ortiz / Archivo

“Aún nos queda frío por pasar”. Esa es una de las frases tradicionales de mi padre cuando el principio de la primavera nos regala, como ha sucedido estos días, un veranillo adelantado, unos días que nos hacen despertar del invierno desangelado y triste. Claro que es verdad que mi padre vive en Madrid y allí, puedo prometerlo, en el mes de marzo aún queda frío que pasar, no tanto en Ceuta, donde si bien es verdad que algún temporal y algún buen chaparrón pueden sorprendernos todavía, cuando llega el buen tiempo lo hace para quedarse.

Me gusta la primavera, la sensación que la acompaña de naturaleza saliendo de su caparazón, su olor, y esa sensación interior de que todo es mejor cuando el sol brilla. Y es que, lo reconozco, soy una mujer de primavera. La agradece mi ánimo, que se aleja de la melancolía del invierno, de los días nublados, de la falta de luz, y la agradece mi cuerpo, que se despereza, que deja de vivir en una sensación de sueño continua y vuelve a tener ganas de hacer millones de cosas.

Me gusta la primavera con su cambio de armario (aún es pronto para eso pero ya está en mente), el retorno de la manga corta y el escote que me liberan de los jerseys, del cuello alto, del abrigo y la bufanda y me hacen sentir más libre, más ligera, más feliz. Las sandalias que comienzan a alejarnos de un invierno de botas y zapatos cerrados, los bañadores y bikinis que empiezan a reclamar mi atención por si el fin de semana decide regalarme un poco de solecito para ir a la playa.

Pero, sin duda, lo que más me gusta de la primavera es adelantar el reloj. No lo puedo remediar. Durante los primeros días, cuando a las ocho de la tarde sigue siendo de día, tengo una sensación muy parecida a la de cuando estoy de vacaciones. Terminar de trabajar y ver que el día no ha acabado, que aún queda tiempo para hacer cosas, quedar con los amigos, tomar una caña (mantener la línea es mucho más difícil en estos meses), o simplemente pasear.

Ahora que tanto se habla de eliminar este baile en las horas de la primavera y el otoño yo solo pido a las autoridades europeas que me den la satisfacción de mantener durante todo el año el horario de verano, algo que, por desgracia, está muy lejos de lo que se plantean esos señores del norte de Europa para los que permanecer en la calle más allá de las cinco de la tarde es, prácticamente, pecado mortal.

Por el momento, seguiremos cambiando de hora, al menos durante los próximos 5 años, y cada primavera volveré a vivir esta sensación de plenitud cuando los días se alargan y nos dan opción de vivir una hora más antes de que anochezca. Una hora en la que nos sentimos más libres, menos atados a las obligaciones diarias, más dispuestos a compartir nuestro tiempo con los que queremos y tenemos cerca.

Una primavera con sus días más largos que, además, nos regala, cada año, su olor a incienso y azahar, su Semana Santa con sus minivacaciones asociadas, el regreso de los estudiantes universitarios y las calles llenas de gente dispuesta a disfrutar de una Ceuta que ofrece una de sus mejores caras.

Me gusta la primavera, sí, y ni la contienda electoral que nos espera me hará dejar de disfrutarla

La primavera