jueves. 25.04.2024

Los libros de mi vida

Laura Ortiz / Archivo
Laura Ortiz / Archivo

Siempre he sido una lectora empedernida. No me recuerdo en mi infancia y adolescencia sin un libro entre las manos. Mientras a algunos de mis amigos tenían que obligarles a leer, mis padres buscaban entre su biblioteca libros que pudiera leer una mediometro de 10 años sin que supusiera un escándalo. Leía los mismos libros una y otra vez, una costumbre que no he perdido del todo, y me fascinaba cuando me seguían generando las mismas sensaciones, aún conociendo el final. De aquel entonces, y de mi poca paciencia, nació otra tradición que aún mantengo hoy: la de leer la última página antes de terminar el primer capítulo. Es algo que no puedo evitar.

Aún recuerdo el primer libro que releí hasta la saciedad, se llamaba Los locos de Villasimplona y era de la colección naranja de Barco de Vapor. Me reía tanto cuando lo leía antes de dormir que mi madre o mi padre siempre tenían que venir a decirme que lo hiciera a menor volumen o que apagará la luz, que había que descansar.

Lo de pedirme que apagara la luz duró solo un tiempo, en algún momento, no sé cuando, me hice con una pequeña linterna y, bajo las sábanas, seguía leyendo más allá de la hora permitida. Así lloré, como nunca había creído que se pudiera llorar  con un libro, con La cabaña del tío Tom y, poco después, con Mujercitas. Con ellos aprendí que los libros me podían llevar a otras épocas y otras vidas y que esas me podían doler mucho más de lo que hasta entonces había dolido la mía.

No creo que llegara a los 14 años la primera vez que leí El Padrino. Me gustó tanto que hace unos años, en una visita a casa de mis padres, me lo llevé. No quería uno nuevo, quería ese, con su tapa blanda azul, de una de esas colecciones del Círculo de Lectores. De los años siguientes son algunos de los libros que me marcaron para siempre, como todo lo que ocurre en ese momento de tu vida en que aún eres una niña pero en realidad no. Amé como nunca antes Un Sexo Llamado Débil y me vi a mi misma, y a los amigos que me hubiera gustado tener entonces, recién llegada a Madrid después de varios años viviendo en Almería, en Y decirte alguna estupidez, por ejemplo te quiero. Este último, de Martín Casariego, se convirtió en la historia que siempre me hubiera gustado escribir, tanto que, en ocasiones, aún sigo intentándolo.

Luego llegó la facultad, el postureo intelectual de muchos de los que me rodeaban, quizás más maduros, quizás simplemente más inteligentes que yo, leí muchas cosas que no me interesaban nada, intenté estar a la altura de lo que se esperaba de una futura periodista y, pese a todo eso, los libros que marcaron aquellos 5 años, y algunos posteriores, tenían como protagonista a un niño mago con una cicatriz en la frente. Harry Potter llegó a mi vida para enseñarme que aún disfrutaba más cuando leía en familia, peleándome con mis hermanos por coger el libro (de algunos se compraron hasta dos copias y todas ellas, poco a poco, han ido "desapareciendo" de casa se mis padres).

Después de aquellos años mi ritmo de lectura se redujo bastante. Llegué a Ceuta, empecé a trabajar y salí de juerga mucho, muchísimo. La lectura pasó a un segundo plano y se convirtió en una actividad vacacional, devorando todo lo que caía en mis manos en apenas un mes. Así llegaron a mi vida Gomorra, El tiempo entre costuras y todos los de la saga de Vila y Chamorro. Intenté adaptarme a la lectura digital y fallé estrepitosamente porque a mi, de los libros, una de las cosas que más me gusta es su olor a nuevos y el tacto al pasar sus hojas.

El último año he leído de forma más constante. Creo que hacía una década que no leía así. La estancia de mi madre en el hospital y los posteriores viajes a Madrid para verla han contribuido mucho. En los días de miedo y ansiedad los libros han vuelto a convertirse en mis mejores amigos, me han transportado a otros mundos, me han sacado de mi realidad. No ha habido viaje a casa sin comprar dos o tres nuevos y mi biblioteca ha crecido de forma considerable.

Ahora estoy terminando Personas Decentes, de Leonardo Padura, una novela policiaca (uno de mis géneros favoritos junto a la novela histórica) que recomiendo vivamente si, aunque con un poquito de retraso, aún quieren celebrar el Día del Libro. 

¡Felicidades a todos los que leen! ¡Espero recomendaciones!

Los libros de mi vida