jueves. 28.03.2024

El ego que olvida el papel de la política

Sobrecogedor.


En pocos días hemos conocido noticias que te hacen querer huir de un mundo cada vez más inhumano. Pero no una huida que te lleva a desaparecer, estamos hablando de una huida que te coloca en una situación de impulso, de reivindicación, de lucha.


¿Cómo es posible que sigamos siendo de hierro ante la inmigración? ¿Cómo es posible que nadie se inmute al enterarse que una madre perdió a su bebé en el mar, que se ahogó, y que cuando consiguió llegar a tierra la encarcelaron sin poder estar junto a su hija muerta?


Ni siquiera sabía lo que le había pasado. Una mujer que fue obligada a montarse en una patera, una mujer que sufrió abusos sexuales durante todo el trayecto, al igual que su prima, que también perdió su vida en el mar cuando se lanzó a buscar a su hija de ocho años, pensando que se había caído tras las olas, cuando ya estaba sana y salva en la costa.


Los mismos abusos sexuales que vivió  una adolescente en Holanda, desde que tenía 11 años, y que le supuso padecer una profunda depresión. Suicidio asistido. Soy madre de una niña de 14 años y no puedo ni imaginarme lo que debe ser que te diga tu propia hija que no quiere vivir.

Desgarrador


¿Tú qué harías?


Y por último, no por ello menos impactante, también nos hemos levantado estos días con las voces grabadas de unas maestras que estaban mofándose y burlándose de una pequeña con autismo, precisamente cuando deberían ser estas maestras las que luchen contra el acoso escolar y las que guíen, orienten, eduquen, y se adapten a esta alumna en igualdad de condiciones y bajo los principios de la inclusión, normalización y sectorización.

Pero como he dicho al principio, estos acontecimientos no nos pueden llevar a la apatía y a la creencia de un mundo cada vez más salvaje e irracional, todo lo contrario. Y es aquí cuando la verdadera política coge protagonismo.


La política es un instrumento de cambio, no un canje de puestos de trabajo, sillones, engaños o disputas verbales.

Tras las elecciones llegó la calma y con ello la comodidad. Atrás quedaron las propuestas, para dar comienzo a los egos individuales o colectivos.


A falta de líderes preparados para el diálogo y los acuerdos, nos encontramos con un panorama desolador, infantil y mediocre.

Dudo que la nueva aritmética, debido al talante democrático, sirva para poner solución a todo aquello que hablaba al principio.

Seguiremos sin una política migratoria ordenada, controlada y ajustada a los derechos humanos, que acabe con las mafias, el odio y la xenofobia, e invierta en la cooperación al desarrollo.


Seguiremos sin poder combatir la violencia de género y el uso que hacen del cuerpo de la mujer como objeto sexual.

Seguiremos sin una sanidad completa y universal, que también incentive el tratamiento para paliar los efectos desbastadores que produce la salud mental, la gran desconocida e incomprendida. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, en el año 2017 hubo en España 3.679 suicidios, de los cuales, 13 fueron de jóvenes entre 15 y 19 años.


Y seguiremos sin un pacto educativo que incluya los valores y las emociones como una asignatura más a enseñar, quizás la más importante.


Y por supuesto, todo esto dentro del gran entramado de la economía, el empleo, y la protección medioambiental.

Pero creo que tocaba hablar de lo humano, de esos hechos reales recientes que te hacen recordar para qué entraste en política.

Si no intentas cambiar el mundo, éste te intentará devorar a ti.

El ego que olvida el papel de la política