También se ha podido comprobar que los jueces y las juezas interpretan las leyes, pero no legislan. Nos hemos dado cuenta que la política es la herramienta del cambio, de la gestión, de las decisiones más importantes. Todo pasa por la política. Únicamente desde la esfera del poder político se pueden tomar las medidas concluyentes del progreso o el retroceso de un país. Solo el Gobierno tiene la potestad, los recursos, la institucionalidad, el contenido logístico suficiente para satisfacer los retos fundamentales de una nación y establecer el equilibrio social.
Sí, el Tribunal Supremo nos dio el bastonazo con el tema de las hipotecas, pero el Gobierno reaccionó y el ejecutivo dio luz a un Real Decreto con el objetivo de que los bancos, a partir de ahora, paguen los impuestos sobre las hipotecas. Por fin hemos dejado a un lado el circo mediático de las conspiraciones, las peleas de patio de colegio en el Congreso y hemos instrumentalizado la acción política.
Ahora, únicamente espero que quienes han sido elegidos democráticamente para llevar a cabo, entre otras cosas, el poder legislativo no se estimulen únicamente en periodo electoral o ante la presión ciudadana. Eso conlleva tener ética y responsabilidad no sólo de Estado, también moral. E igualmente espero que la gente empiece a tomarse más en serio el voto y la política, porque hacer política no es otra cosa que enfrentarse a la realidad, defender una idea y luchar por unos derechos. Hay que reflexionar y juzgar con mesura y proporcionalidad.
¿Y de la justicia? De la justicia prefiero hablar otro día y repetir únicamente lo que he dicho al principio, que ésta se encuentra en peligro. ¿O acaso tiene menos valor que una bandera? Advertidos estamos.