viernes. 29.03.2024

“Los niños ya no quieren salir a jugar a la calle, tienen miedo”

Tras la detención del presunto asesino, el estupor se ha sumado al dolor y al miedo instalados en la barriada de Loma Colmenar desde hace justo un mes, cuando la Policía halló el cuerpo de Mohamed, el niño de 8 años que salió a jugar al fútbol después de ver la final del Mundial y nunca volvió casa.

 Vecinos y amigos de la familia de Mohamed junto a su domicilio en Loma Colmenar
Vecinos y amigos de la familia de Mohamed junto a su domicilio en Loma Colmenar

“No he dormido desde anoche. Lo conozco, conozco a su familia y lo he visto por aquí. No me lo puedo creer, es el que menos se me venia la mente”, emite Abdela, amigo de la familia del pequeño Mohamed, asesinado cruelmente a solo unos metros de su casa el pasado 19 de diciembre. “No me lo puedo creer y de Ceuta. Y cristiano. Dábamos por hecho que habría venido de Marruecos o estaba de paso. No me lo puedo creer. Y de ahí mismo, de los Rosales, que se ve desde aquí”, exclama todavía incrédula Rabeah, vecina de las 317 VPO, que pasea a sus dos chihuahuas por el mismo aparcamiento junto a la pequeña pista deportiva en la que se vio por última vez al pequeño Mohamed.

Bloque de viviendas en el que residía el detenido
Bloque de viviendas en el que residía el detenido

El estupor se ha sumado al dolor y al miedo instalados en la barriada de Loma Colmenar desde la detención este miércoles de  Cristian B.P., el vecino de Los Rosales de 31 años acusado de la muerte del pequeño Mohamed, el niño de 8 años que salió a jugar al fútbol después de ver la final del Mundial y nunca volvió casa. “Contentos porque lo hayan detenido pero con el miedo en el cuerpo”, resume Malika, vecina de la misma promoción que la familia de Mohamed, “pero todavía en shock”. 

Una incredulidad en el que están también instalados todavía los vecinos de Los Rosales, la barriada en la que residía el presunto asesino. Nisar lo recuerda bien. Era cliente habitual de su tienda de golosinas en Los Rosales, a solo unos metros de su casa, aunque era más habitual en la otra tienda que tiene su familia, justo al otro extremo de la barriada. Pero allí prefieren no hablar del tema y menos con un periodista. “Nos compraba el pan casi todos los días y a veces también golosinas. Estaba ‘malito’ pero parecía buena gente, se veía que tenía un ‘problema’. Pero era un tío normal, parecía buena persona. A veces sí parecía un poco paranoico, ya sabes”, confiesa el joven, buscando desesperadamente el eufemismo que le evite señalar la discapacidad de Cristian B. P.

En el colmado de enfrente, su dueña también lo recuerda bien. Himo, que abrió su pequeño comercio en Los Rosales hace ya 15 años, confiesa que no lo conocía personalmente pero era también cliente habitual. “Compraba chuches y a veces una Coca Cola, ya está. Era educado, No hablé con él más allá de eso pero me parecía una persona normal, no parecía que tuviese nada. Quién va a imaginarse eso y con un niño”, explica llevándose las manos a la cara. “Esto es Ceuta, aquí estamos acostumbrados a las pistolas, son como la tortilla para nosotros, pero esto es otra cosa…”

Pero ni la detención del presunto asesino ha logrado barrer el miedo y la desconfianza entre los vecinos. Toda la barriada lleva un mes sin dormir apenas. El miedo se ha quedado a vivir en Loma Colmenar. “Mi hijo hace un mes que no sale a la calle, al lado de la puerta como mucho, donde le veamos, no le dejamos ni subir al parque”, reconoce Abdelá. “Nuestros hijos están traumatizados, todos. No quieren salir a jugar, ni bajar la basura quieren”, coincide Fatima Sora, vecina y amiga de la familia. “Yo tengo una niña de la edad de Mohamed y jugaba mucho con él y la niña ahora no quiere salir y si sales con ella va agarrada. Los niños se han quedado tocados. Y nosotras también, que es un niño al que cogieron a menos de cien metros de su casa, que se le veía desde la ventana del dormitorio de la madre, que da para esa zona, ¡al lado de su casa!”

“Esta es una zona tranquila, somos la zona pija de por aquí, pija entre comillas”, explica Manal provocando las risas de sus vecinas. “Si pasa algo es ahí abajo (dice señalando a Arcos Quebrados), pero es entre ellos. Aquí no suele haber jaleo, en verano un poco con la explanada de la frontera con las bocinas y eso. En verano los niños salen por la noche y las madres nos quedamos también hasta las tantas. Y qué vas a hacer, si no hay nada aquí, pues si hay una explanada salen a jugar con la pelota”.  Su hijo, como los de sus amigas Manal y Lubna, tienen entre 10 y 12 años, eran amigos de Mohamed. Como lo era también el hijo pequeño de Abdelá, al que su familia tuvo que explicar como buenamente pudieron lo que había pasado con su amiguito. “Todos los días se acuerda de él, el domingo fuimos al cementerio, quería ir a ver a su amigo”, recuerda Abdelá con el corazón encogido. “No son cosas que tengas que explicar a un niño de 8 años”.

Loma Colmenar ha perdido en un mes la vida que caracterizaba a la barriada. Apenas se ve a nadie en la calle, apunta Manal, madre de uno de los amigos del pequeño Mohamed: “Ahí hay una cancha y esta vacía desde entonces y antes se peleaban por ella, siempre estaba ocupada, y ahora solo algún día ves jugando a chavales mayores. Ya no hay niños jugando, no quieren salir a la calle, están traumatizados”. Un trauma que comparten con sus madres, a quienes aún se les ponen los pelos de punta recordando el día del crimen. “Dio la casualidad que ese día era la final del Mundial y todo el mundo estaba en su casa”, recuerda Fatima Sora. “Se quedaría charlando con él, era un niño que hablaba con todo el mundo, era muy sociable”.

Y al miedo se le unieron la sospecha, la desconfianza, los rumores y las especulaciones, lamenta Abdelá. “Los vecinos decían a ver si es ese que vive allí arriba, o el que vive ahí abajo, había desconfianza entre los vecinos, rumores, sospechas… Aquí nos conocemos todos, yo vivo aquí desde que dieron las casas  hace 11 ó 12 años, estas fueron las primeras VPO. Nos conocemos todos, mi hijo jugaba casa de Abdelmalik, su hijo subía a mi casa. Una vida como la de antes, los niños jugando en la calle, con confianza. Pero desde que pasó esto cada uno está con su paranoia. Esto en Ceuta nunca se ha escuchado, un tema así, llegar a esta situación con un niño, todavía no me lo creo”. “Ha sido un mes con el corazón encogido, la Policía venia a llevarse a un vecino, a los niños, a este, al otro… Ya no sabias que pensar, desconfías de todo el mundo y más cuando la Policía dice que están investigando el entorno”, admite Manal. “Y al final resulta que nada tiene que ver con el entorno”.

Loma Colmenar, zona en la que fue hallado el cuerpo sin vida de Mohamed, de 8 años
Loma Colmenar, zona en la que fue hallado el cuerpo sin vida de Mohamed, de 8 años

Farah, vecina de la barriada desde hace solo un par de años, suspira aliviada por la detención del presunto asesino. Ha sido un mes de elucubrar y dar vueltas a la cabeza. “Se llegó a hablar de que habían sido los amigos y cuando se dijo en las noticias que la Policía decía que podía haber sorpresas, pues imagina. Me alegro de que no sea nadie conocido”.

En lo que coinciden todos los vecinos consultados es que esperan que esto suponga un punto de inflexión: “Necesitamos más seguridad. Aquí no hay seguridad ninguna, no tenemos vigilancia, no hay nada, aquí s queman coches, contenedores, de todo y aquí no ha pasado nada”, reivindica Fatima Sora. “¿Estás grabando?”, pegunta Abdela, “pues graba esto: necesitamos más seguridad, más luz, más vigilancia, más policía”. 

Pedro, vecino del bloque contiguo al del detenido, lo conocía solo “de vista”. Se cruzaba con él  menudo cuando salía a pasear el perro, como él y no puede aportar mucho. Tan solo una enseñanza que le dejaron sus años en el Tercio. Allí, explica, aprendió que no puedes fiarte de las apariencias. “Tenía un compañero, un buen amigo en la Legión, que era belga y le pregunté qué hacía en Ceuta de legionario. ‘He matado mi mujer y me he venido a la Legión, es mejor que la cárcel’, me respondió. ¡El tío había matado a su mujer! ¡No me lo podía creer! Con la cara de buena persona que tenía mi amigo el belga. Pues esto es lo mismo”.

 

Ya no serán las apariencias las que juzguen a Cristian B.P., sino las pruebas que tengan contra él los investigadores de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de la Policía Nacional. La causa la investigará el Juzgado de Instrucción número 6 de Ceuta al encontrarse de guardia cuando ocurrieron los hechos. La instrucción del caso se encuentra bajo secreto de sumario.

“Los niños ya no quieren salir a jugar a la calle, tienen miedo”