Este 9 de mayo se conmemora el día de Europa. La fecha fue elegida por ser el aniversario del día en que Robert Schuman, ministro francés de Asuntos Exteriores, pronunció la declaración en la que proponía la creación de una Comunidad Europea del Carbón y del Acero. Esta primera alianza económica e industrial sería el germen de la Comunidad Económica Europea y la actual Unión Europea.
La UE se fundó inspirándose en los principios de cooperación entre naciones soberanas que acompañaron esa declaración de Schuman. Resulta especialmente importante recordar esta idea fundacional ante la tendencia, cada vez mayor desde el tratado de Lisboa, a dar primacía a las competencias y órganos supranacionales de la UE frente a la soberanía específica de cada estado miembro.
Los fundadores de la Unión Europea nos recuerdan la realidad última de Europa. Claros ejemplos de esta realidad son las declaraciones de Alcide de Gasperi en su discurso del 21 abril de 1954 al decir que “en el origen de la civilización europea se encuentra el cristianismo”, o las palabras de Paul-Henri Spaak en su discurso del 25 de marzo de 1957 que recordaba que Europa está unida “por la riqueza de sus peculiaridades nacionales”. Estos son claros ejemplos del espíritu inicial de los acuerdos que impulsaron a la posterior Unión Europea y que consideraban que se trataba de un acuerdo de naciones soberanas y fuertes, que compartían una historia común y por lo tanto debían cooperar libremente en los intereses que les eran comunes.
Europa es mucho más que la Unión Europea; son unos valores, una tradición y un conjunto de naciones históricas que no pueden reducirse a una mera organización internacional con 50 años de vida.
Desde el fracaso de la Constitución Europea de 2004, los organismos de Bruselas han intentado imponer de facto lo que los europeos rechazaron democráticamente. Han despreciado la independencia de los estados soberanos e ignorando los intereses concretos de cada nación europea. Todo su proyecto ha ido orientado al federalismo y a la homogeneización de la riqueza y diversidad cultural de Europa, excediendo en ocasiones el ámbito de las competencias delegadas por los estados miembros.
Hoy es más necesario que nunca recuperar una idea de Unión Europea dirigida por el espíritu que acompañó la fundación de aquella comunidad de naciones que, unidas por una historia común, decidieron cooperar libremente y que sabían que el futuro de Europa pasaba por respetar la identidad, tradiciones e intereses de todos y cada uno de sus componentes.