martes. 23.04.2024

 

 

 

La temporada veraniega suele ser habitual para que nadadores, profesionales o no, se den el gustazo de cruzar el Estrecho de Gibraltar. La dinámica es la misma: desde primeras horas de la mañana del día señalado, recorrer acompañados de embarcaciones de socorro y de la propia organización la distancia comprendida entre Tarifa (Cádiz) y Punta Cires. Pero hay ocasiones en que el cruce a nado de este paso marítimo se convierte en un reto. No sólo por la envergadura de la distancia en sí, por la exigencia de nadar en la contínua corriente que envuelve a la frontera marina entre Europa y África. Sino también como bandera de una causa, como reivindicación de la propia autoestima. Es el caso de Ana María Romero: tras superar una grave enfermedad, hace un par de años empezó a sentir fuertes dolores como consecuencia de la fibromialgia. Un mal que tiene hasta cien síntomas diferentes, algunos de ellos tremendamente dolorosos. Hasta que, un buen día, alguien le propuso nadar en el mar.

 

 

A partir de ahí, empezó a rondarle la idea de cruzar el Estrecho. Fue en septiembre -apenas un mes después de comenzar a nadar en el mar- y de encontrarse, dice ella, como un híbrido cuando concibió la idea de afrontar este reto. Un reto que piensa disfrutar y en el que sueña no sólo con acabar, sino con cruzarse con ballenas o delfines.

 

 

A primera hora de la mañana de este martes, Ana María Romero se lanzará al agua. No se marca horas ni récords: simplemente, quiere disfrutar de un medio en el que cada día se siente más cómoda. Y mandar un mensaje, tanto a los que padecen fibromialgia como a los que no.

 

 

 

La fibromialgia como enfermedad, el mar como bálsamo y el Estrecho como reto