Como una ópera de Wagner, desmesurada y a caballo entre lo onírico y lo épico, esta historia de vikingos ambientada en la Islandia del siglo X viene a narrar una versión cruda de la historia del Rey León, a sangre, fuego, y el hierro de las espadas.
Alexander Skarsgård (con amplia filmografía, pero especialmente célebre por el papel que realizó en la serie True Blood), interpreta a un príncipe desheredado a lo bruto y dado por muerto que vuelve tras el paso de los años para reclamar su venganza. Argumento más antiguo que el hilo negro, que suele funcionar a la perfección en el cine de aventuras y que tiene el decorativo complemento de una ambientación nórdica preciosa, en el paradisiaco y salvaje escenario islandés.
Sí, definitivamente “salvaje” es la palabra que define no sólo las localizaciones, sino a una producción que hace de la violencia, casi innecesaria para el espectador e imprescindible para el conjunto de la historia (valga una contradicción que cobra sentido tras el visionado de la cinta), el vehículo conductor argumental de una trama de aventuras y acción.
Siendo cierto que los momentos en trance podrían reducirse algo para que el metraje y su duración resultasen más livianos, las coreografías de pelea (podrán imaginarse ustedes que abundan), son muy estéticas, y para estética, las ubicaciones de algunos de los combates, sobre todo el final en lo que parecen las mismísimas puertas del infierno, que tiene en un volcán islandés su alter ego.
Junto a Skarsgård como rostros conocidos del reparto nos encontramos a algunos como los de Ethan Hawke o la físicamente difícil de identificar Nicole Kidman, que tras las toneladas de plástico que tiene su cara inyectadas, aún conserva la capacidad de actuar alcanzando los estándares de expresividad que se le presuponen a una actriz de su calado y su calibre.
La atmósfera “sucia” derivada de una filosofía de vida de otros tiempos en la que primaba el honor, la fuerza y la valentía, resulta la idónea para que la propuesta sea realista y atractiva, aunque sin concesiones cara a la galería, para bien y para mal. Si a alguno le parece el rugby un deporte duro, esperen a ver la versión vikinga, garrote en mano, en la que sólo puede quedar uno en pie… The Northman es, en resumidas cuentas, una película a la que podríamos incluir el cartel de “diferente”, dentro de un guion muy convencional de esos que atraen al gran público. En apariencia no se me ocurren demasiados argumentos para afirmar que dicha combinación no vaya a tener éxito de taquilla.
PUNTUACIÓN: 6
JUAN CARRASCO DE LAS HERAS → [email protected]