Dicen, seguramente los mentirosos, que la verdad está sobrevalorada, pero es cierto que ser demasiado sincero, o al menos demasiado directo, te complica la vida. Quién no ha vivido la situación de verse con cara he mochuelo y en silencio escuchando frente a alguien que te cae como un mordisco en un ojo alguna diatriba cargada de sinsentidos u obviedades… Y no tienes más remedio que asentir mientras piensas que te gustaría estar en cualquier otro lugar del mundo en ese momento y en maneras de mandar a esparragar al susodicho. Pues precisamente esa es la premisa de la interesante comedia con tintes dramáticos del célebre actor Jason Segel, consumado especialista en el género, para Apple TV+. Se trata de una propuesta que aborda temas complejos y delicados llevando puestas las gafas del humor, una de las más inteligentes y poderosas terapias que existen. Hablando de terapia, digamos de la serie que precisamente el protagonista es un terapeuta que acaba de sufrir una grave pérdida familiar y decide darle un giro de volante al rumbo de su vida siendo completamente honesto; y claro está, cuando hay diván de por medio y hablar con las personas es la piedra angular de tu trabajo, la relación con tus amigos, familia, pacientes y, sobre todo, contigo mismo, se vuelve más complicada.
Terapia sin filtro desprende una limpieza y vitalidad que recuerda series como New Amsterdam o Ted Lasso (guardando por temática mayor similitud con la segunda, pero sin llegar a alcanzar su excelso nivel general), especialmente en cómo afronta con honestidad una vida que acepta como imperfecta, y cómo nos hace pensar con una sonrisa en la boca, ahí el mérito, que el dolor es universal, como decía Nanni Moretti en La habitación del hijo (2001). La propuesta pretende hacernos mirar el drama sin tabúes, y naturalizar el dolor como parte, seguramente necesaria, de muchas más cosas de una vida plena donde puede y debe cohabitar con otros factores tan importantes como la esperanza, el humor, el amor o la familia.
Es una serie que trata las desgracias propias y ajenas con respeto, riéndose de ellas, pero no de las personas que las padecen, y que se sostiene especialmente alimentada por la enorme química que hay entre los miembros del reparto, con especial mención, además del citado Segel, nada menos que de Harrison Ford. El veterano mito del cine parece estar como niño con caramelo en la mano haciendo de compañero y mentor cascarrabias, papel por otro lado, que me perdone la legión de fans y mitómanos, que se sospecha cercano a su personalidad real.
La plataforma en streaming de la manzanita vuelve a apostar por un humor con carga de profundidad, proponiendo desde la calidad no exenta de imperfecciones, una serie con regusto amargo que, no obstante, te rodea de una atmósfera optimista y ganas de más de aquello que transmite.
JUAN CARRASCO DE LAS HERAS → [email protected]