viernes. 29.03.2024

La historia de Juan Coplero

Juan Coplero lleva saliendo en carnavales desde antes de tener la mayoría de edad. Se enganchó a esto en una de las 'Quedadas' del Mixto, porque un amigo de sus padres salía aquel año, y sintió el pellizco entre cervezas y pinchitos. Esa misma noche dijo lo que suele soltar algo así como media Ceuta cada febrero: "el año que viene, salgo". Sus padres se lo tomaron a risa: "también iba a jugar al fútbol la semana pasada", dijo el padre jocosamente. Pero lo que no sabían es que iba en serio.

A Juan Coplero le dio tiempo a terminar de estudiar, conocer a una chica, empezar a trabajar, comprarse un pisito y un coche y a tener hijos en el tiempo libre que le quedaba de los ensayos. También le gustaba la Semana Santa, pero ya le pareció excesivo sacrificar todo el tiempo del mundo de lunes a viernes -y los sábados por la tarde para terminar de engarzar alguna cuarteta del popurrí- entre septiembre y febrero para luego hacer lo propio entre enero y abril. Vale que a ella le gustaba el carnaval, pero ya estaba un poquito hasta el yamentiende de que todas las noches tuviera que bregar sola con la cena, las tareas de los niños, el cuento de Blancanieves y esperar viendo la primera sandez que pusieran entre anuncio y anuncio por las teles generalistas.El le cantaba la última cuarteta del popurrí, "pero no se lo digas a nadie", mientras ella bostezaba apurando el cigarro antes de meterse en la cama.

Juan Coplero se cansó. Alguien, aquel día, le propuso un método: "ensayamos un sólo día a la semana, y santas pascuas". En casa no lo recibieron mal del todo: cuatro días libres y uno nos lo quitamos de en medio, pensaron. Como los niños ya eran grandecitos, incluso se iban con papá los viernes para ver ensayar al grupo; ella aprovechaba para tomar algo con las amigas o disfrutar unas horas de esa soledad que de vez en cuando se agradece.  Y así pasaba la vida: todos con el tipo de la chirigota o la comparsa en la cabalgata, ella con vaqueros y la sudadera de la agrupación en la Mejilloná mientras los niños se subían con su padre a cantar algún cuplé.

Total, que aquello era el método definitivo. Un día, Juan Coplero llegó con su grupo al concurso. Ganó una de fuera, de esas que ensayaban cuatro o cinco días a la semana. El público les dio al grupo de Juan un aplauso, la gente le reventó WhatsApp desde el sofá de casa diciendo "de puta madre, hermano", y se fueron con el babuchazo dado. Pero Juan Coplero, que también había pisado los escenarios del Falla o del Florida, se dio cuenta de que era lógico: o ensayar una vez a la semana aunque aquello no terminara de cuajar, o hacerlo todas las tardes a riesgo de acabar en un abogado matrimonialista.

Y ese día, tuvo una visión. Como la de aquella noche en el Mixto. Vió que apenas venía gente joven por detrás, y que el resto de los 'Juan Copleros' como el estaban ya más trillados que  un cuplé metiéndose con el tamaño de Vivas. Que la gente iba al teatro reventada al día siguiente de la final del Falla y que, a diferencia de un monólogo o una ópera en el que te tragabas hasta los bises, ene el momento en que cantara la de cada cual el personal se iba pirando. Que, por no haber, ya no había ni ensayos generales y que con esto del Youtube la gente escuchaba más las ilegales de La Viña que las oficiales de Ceuta.  Y pensó que, igual un año, podría probarse a concentrar todo en tres días, y una semana antes de la final del Falla. 

"Esto, al final, acabará en un festival en la calle con tres o cuatro grupos, sin premios ni hostias. Pa echar el ratillo, en la calle", vaticinó....

La historia de Juan Coplero