sábado. 04.05.2024

La naranja mecánica

Tengo ese defecto. Cada vez que veo una película que ya he visionado junto a alguien que nño lo ha hecho, suelo tener en la boca dos palabras: "verás ahora". Generalmente, cuando vuelvo a ver una película es porque me encanta, con lo cual suelo advertir a quien me acompaña para que preste atención a determinado matiz o giro de guión. Sobre todo, si como es el caso, estamos ante una obra maestra en la que el clímax va de menos a más.

Es el caso de 'La naranja mecánica', la que considero obra cumbre de Stanley Kubrick. Si no la han visto, son libres de no seguir leyendo pero cincuenta años han tenido para ello. Va de un grupo de pandilleros; niños mimados, crecidos en entornos obreros. Gente que no nada en la abundancia, pero tampoco ha tenido carencias afectivas ni materiales importantes.

El caso es que estos chavales, cuando escuchan la Novena Sinfonía de Beethoven -himno de la Unión Europea, por cierto- se vienen arriba y transgreden cualquier tipo de legislación. Sin sentido, sin más placer ni objetivo que quebrantar la Ley. En una de estas, caen en una trampa. Alguien considera que son reinsertables en la sociedad; un tiempecito a la sombra, un poco de cariño y comprensión, y aquellos delincuentes serán hombres de provecho.

La escena final es de traca. Suena el himno de la U.E. y vuelven a las andadas. Pese a su reiteración en el delito, pese a que se les trata de compensar y pedir perdón por los daños sufridos. Insisto: sufridos por ellos, no por quienes sufrieron sus robos o violencia. Me recordaban a otro de mis malos favoritos: aquel Joker de Nolan que confesaba ser como los perros que ladran tras los coches; nunca sabría que hacer con uno si algún día mordiese la rueda.

Lo peor, la reflexión que nos suscita, es la delgada línea que separa el debido objetivo de reinserción al delincuente del choteo de este con las leyes en un Estado de Derecho, con la consiguiente humillación a aquellos ciudadanos que no quieren ser ejemplares, sino simplemente cumplir con la ley, el trabajo, su familia y punto. Indigna más la condescendencia de sectores sociales a los que, por lo que sea, le ponen los malos.  Sean estos delincuentes violentos pandilleros o presidentes prófugos que se reúnen en Bruselas con la Barbie Proletaria...

La naranja mecánica