sábado. 27.04.2024

Nos sobran los motivos

La frase de Leonard Cohen es conocida: uno sabe con quien está solo con ver a quien tiene enfrente. Y ahora, en este país de extremos que olvidó lo que alguna vez fue la concordia, resulta que Joaquín Sabina es de extrema derecha. Es el epíteto que se nos coloca a todos los que alguna vez hemos osado discrepar lo más mínimo de un Gobierno al que, a lo mejor, incluso hemos votado pero sin entrar en el hooliganismo.

“Sigo siendo de izquierdas, pero menos de izquierdas”, vino a decir el de Úbeda. Y los Berias de Iphone, el batallón tuitero ha salido en tromba. Sin saber como ni a que se refería Sabina -posiblemente, no lo sepa ni el- no ha faltado quien le llame traidor, le recuerde que tenía una foto con Fidel Castro, apunte al machismo de sus letras. Que aquel de la ‘zeja’ es ahora peor que Primo de Rivera, vamos.

Es que estamos de un sensiblito que da ya miedo hasta respirar. Vale: Sabina no es perfecto. Cuentan de el mil y una historias, de cocaína, traiciones a Javier Krahe y borracheras. Sabina debe distar mucho de ser un padre perfecto, un yerno atento, un hijo entrañable, un vecino servicial y un devotísimo esposo.

Nunca he hablado con Joaquín Sabina. Lo más cerca que le tuve fue a unos 300 metros, en la gira ‘Dos pájaros de un tiro’. No somos amigos, por tanto. Dudo que alguna vez tenga la posibilidad de sentarme a charlar con el, café o copa mediante, de su Atleti, de la música o de la vida.

Pero enfrente de el, por moverse levemente de la versión oficial, se encuentra ahora un Gobierno y a sus terminales tuiteras que responden llamando fachas o machistas a quienes les matizan o critican lo más mínimo. Berias con chalet, lo dicho.

Mi vida real transcurre, en buena parte, en el lugar donde confluyen el Boulevard de los sueños rotos y la Calle Melancolía. Yo tampoco me veo como legionario en Melilla y sigo esperando escuchar la canción más bonita del mundo. Me hacen gracia esos tipos que cambiaron la imaginación al poder mientras contemplan un ladrillo del Muro de Berlín  en su despacho y lo siento por esos tan pobres que solo tienen dinero.

A mi me gustaría, aunque fuera por pura curiosidad, conocer a Maruja la cachonda, a aquella Paulita que reinaba en el colectivo de González Catán y al bizco que se da cuenta de todo. Me compadezco del hombre del traje gris   -¿a quien no le han robado un mes de abril?- y de aquel canelo al que una chica con minifalda a cuadros le robó la cartera, el corazón y el ordenador. Maldigo a diario al que me habla al otro lado del espejo y, ¿por qué no decirlo?, yo también se jugarme la boca y en ocasiones me han dado más de las doce y la una. Y estoy de acuerdo: no se debe volver al sitio en que alguna vez fuimos felices, ni hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió. Nunca me han echado de un casino, básicamente porque no juego, pero también odio a los cofrades del Santo Reproche. Y yo quisiera reir como lloran algunas personas.

Y si, yo he votado a la izquierda en alguna ocasión y para mi me reservo si lo volveré a hacer. Pero una cosa es elegir cada cuatro años quien me decepciona hasta las próximas elecciones, y otra bien diferente convertirme en un hooligan. Una cosa es entender que todos los Gobiernos, también este, firman logros importantes y otra obviar cualquier pifia y cerrar la puerta a la crítica. Y sobre todo, cuando el argumento por el lado contrario es tan repetitivo y simple: facha, carcamal, acabado,  machista. Botabotaqueentucabezaexplota.

Supongo que a partir de estas líneas, entraré para algunos en el lote machistanacionalistaespañolfachaanalfabeto y demás. Me da igual: siempre habrá diez minutos para resistir escuchando poesía, aunque sea cantada con menos voz que un grillo recién despierto. Siempre quedará un banco libre en Desolation Room donde esperar a que pongan una de romanos en el cine más cercano.

No, Joaquín Sabina no es perfecto, ni lo somos los millones de peces de ciudad que alguna vez hemos entregado el alma a ese diablo a cambio de un puñado de  canciones. Por y pese a ello, sabemos con quien estamos. Nos sobran los motivos....

Nos sobran los motivos