miércoles. 24.04.2024

Manuela

Laura Ortiz / Archivo
Laura Ortiz / Archivo

Manuela no cumple años, cumple ciclos electorales y hoy, justo hoy, hace dos que llegó a mi vida para enseñarme lo que es el amor incondicional, sin medidas. Un amor que te calienta por dentro, aún en los peores días, cuando piensas que nada ni nadie puede espantar tu tristeza.

Manuela nació en plena campaña electoral hace 8 años, mientras la que escribe, su tita, disfrutaba de una barbacoa en mitad de unos días muy parecidos a estos, en realidad muy parecidos a cualquiera en que los que se decide quien nos gobernará los próximos 4 años. Eso obligó a que tardaramos 15 días en conocernos. Recuerdo, como si fuera ayer, la primera vez que la tuve en mis brazos, muerta de miedo (era tan pequeña...) y emocionada a la vez... fue una sensación diferente a todas las que había vivido hasta el momento, la de tener algo muy mío, aunque no lo fuera. 

Manuela, Manu o Manolita (cuando se pone impertinente). La nena, peque o mi bebé grande (lo seguirá siendo por muchos años que cumpla). La que se tira a mis brazos en cuanto llego a Madrid, la que me hace dibujos que se han convertido en las obras de arte que decoran mi salón, la que cuando me ve leyendo o trabajando se pone a mi lado y me imita (hace un par de años tuve que "construirle" un ordenador con un folio para que tecleara como yo).

Manuela mi miniyo. La que hace que me hinche de orgullo cuando alguien en la familia dice "es igualita que tú" (incluso cuando no sea un piropo). La que me obliga a descargarme snapchat cada vez que voy a casa (debemos tener unas mil fotos con orejas de conejito). La que le da sentido a canciones como Mundo Imperfecto de Sidecars. Manuela, la niña de mis ojos.

En su octavo cumpleaños, ahora que ya es una niña grande y sabe leer, solo puedo desearle una cosa, que sea feliz. Cuánto más feliz sea ella, más felices nos hará a los que la queremos. ¡Feliz Cumpleaños, Manuela, mi vida! ¡Que cumplas muchos más! Y (como dice el yayo) nosotros que lo veamos.

Manuela