viernes. 26.04.2024

El mundo del fútbol ha sufrido la pérdida de uno de los jugadores más emblemáticos de toda la historia: Diego Armando Maradona. "El Diez", "El Pelusa" o "El Diego" ha fallecido a la edad de 60 años. Un paro cardíaco, después de un accidente cerebral hace unas semanas, ha acabado con la vida del que muchos consideran como el mejor jugador de todos los tiempos.

 

Poco se puede decir de Maradona que no se haya dicho ya: la perfección en el campo, una vida completamente desordenada fuera de el. Como tantos otros mitos, como aquel Mané Garrincha muerto en las calles de Brasil, como aquel George Best devorado por la insuficiencia renal tras tanto abuso del alcohol. Un talento súblime, posiblemente a la altura de pocos mortales, pero solo para jugar al fútbol.

 

Maradona nació en Buenos Aires, y ya siendo un niño impresionó. De hecho, en el primer mundial que gana Argentina (el del 78, el de los amaños contra Perú y el 'Abrazo del alma', el del lavado de imagen de la Junta Militar) la gran polémica es que Menotti deje fuera a aquel "Pelusa". A sus 18 años, ya es leyenda en Argentinos Juniors y Boca.

 

Años después, cruza el charco. Llega a un Fútbol Club Barcelona en el que firma, entonces, el mayor traspaso de la historia del balompié. El argentino no está a las expectativas. Empieza a tomar contacto con una compañía nada recomendable que apenas le abandonaría: la droga. De su primer paso por España quedan un regate maravilloso a Juan José Jiménez Collar en el Bernabéu y una escalofriante lesión tras una entrada de Andoni Goicoechea. Maradona ha fracasado en la defensa del Mundial. En el viejo Sarriá, Gentile da una lección de marcaje y anula al Pelusa.

 

Entonces, una llamada le cambia la vida. Se llama Conrado Ferlaino; es el presidente del Nápoles, un humilde club de la zona baja de la Serie A que ofrece a Diego un contrato multimillonario. Son los años de la Juventus de Platini, del imperial Milan de Sacchi y sus holandeses, del Inter de Matthaus. Sin embargo, Maradona, con un equipo infinitamente peor que estos logra hacer campeón en dos ocasiones al equipo del sur, adornando su palmarés con una Copa de la UEFA en la que derrota al solvente Stuttgart. No es solo fútbol: el sur de Italia compensa su sensación de abandono con respecto al norte con las galopadas del Pelusa por San Paolo.

 

Pero no es ahí donde dicta su mayor lección. Es en Méjico, en el Estadio Azteca, posiblemente el más importante de los Mundiales. En el mismo escenario donde Pelé ha obtenido su tercer mundial dieciseis años antes, Maradona guía a Argentina hacia su segundo título mundial. No es solo el recordado partido de cuartos contra Inglaterra -otra vez la política: la venganza de las Malvinas-, en el que muestra sus dos caras con un gol en el que dribla al equipo inglés al completo y en la que bate con la mano a Peter Shilton. Es su pase a Burruchaga en la final contra Alemania, es pasar como si estuviera atravesando mantequilla entre los centrales de Bélgica, es resolver ante Uruguay. Maradona es eterno desde aquel día. Y no solo eso. Es consciente de que ha retado a Pelé en el partido de todos los tiempos: el que nunca se acaba porque se disputa en el corazón de los aficionados y en las tertulias de todo el mundo.

 

A punto está de repetir hazaña en Italia 90. Tan grande era su influencia en Nápoles, que San Paolo se vuelca con Argentina en la semifinal contra la selección local, a la que derrotan en los penaltis. Un Maradona cojo, que ya ha tenido sus primeros problemas con las drogas, guía a una Argentina con peor plantilla que muchos equipos de aquel Mundial hasta la final. Solo un dudoso penalti en la final transformado por Andreas Brehme impide el triunfo sudamericano. Pero su suerte en Italia está echada: responde con un "hijos de puta" los silbidos del público local en el Olímpico de Roma.

 

Años después, comienza su crepúsculo futbolístico y personal. Llega a Sevilla, donde ofrece buenos partidos bajo la dirección de Bilardo, pero lejos de su nivel. Vuelve a su país para acabar en Newells y Boca. Pero otro mundial cierra su historia futbolística: el de USA 94, donde es expulsado tras un positivo por dopaje. Argentina pierde días después contra Rumania y El Pelusa nunca volvería a ponerse la albiceleste.

 

Lo intentó como entrenador, sin suerte. Fue seleccionador de su país el año en que España ganó el Mundial, en Sudáfrica 2010. Pero su azarosa vida personal (divorcios, borracheras vergonzosas, polémicas con todo el que se cruzara por el camino) son la contínua hasta el día de su muerte. Si Don McLean, en "American Pie" hablaba del 3 de noviembre de 1959 como "el día en que murió la música", tal vez haya que recordar este 25 de noviembre como el día en que murió el jugador más controvertido de la historia del fútbol. Para lo bueno, y para lo malo, simplemente Diego Armando Maradona.

Adios al 'Diez': Muere Diego Armando Maradona