La poesía, en general, parece tener en el malditismo una de sus piedras angulares. No sólo porque la desgracia ha inspirado algunos de los poemas más desgarradores y célebres de todos los tiempos, sino porque la obra de muchísimos autores ha sido reconocida en los últimos años de sus vidas. En el mejor de los casos: a algunos el aplauso les llega décadas después de su fallecimiento. Casos hay para todos los gustos: desde Teresa de Ávila a los hermanos Machado; del ciego Homero a Pedro Garfias o Miguel Hernández. Temprano, parafraseando a este último, levantó la muerte el vuelo; tarde les llegaron los aplausos o la perpetuación de sus obras en forma de antologías o trabajos de Literatura en los que se siembra la semilla del futuro lector.
El firmante del artículo desconocía quién era María de la Luz Escribano. Reconforta, seamos honestos, saber que es algo común entre la clase periodística. "Es la poeta del año y lleva cuatro años muerta", decía hace poco una crítica de un compañero sobre el último fenómeno editorial de la poesía española. Explicamos lo de fenómeno: su última antología va ya camino de la cuarta edición, sin llegar ni siquiera al año desde su publicación.
Pero ¿De quien hablamos? "De una mujer con un compromiso ético expresado en sus obras, de un canto permanente a la libertad pero desde un punto de vista del encuentro y la concordia", dice Remedios Sánchez.
Esta última vuelve quince años después a la ciudad en la que ejerció como docente. Lo hace para participar en la primera sesión -la siguiente será el día 30- de las Jornadas Literarias del Instituto de Estudios Ceutíes. Vuelve a Ceuta como coordinadora de dicha antología. "En sus últimos años, es cierto que disfrutó de un cierto reconocimiento", dice sobre Escribano.
Ya sabemos porque hay que leer a la poetisa homenajeada. Y ¿Por qué hay que leer poesía?, en esta época de inmediatez y redes sociales "Porque nos forma como personas. Porque en redes sociales mostramos lo que aparentamos y la poesía nos forma como lo que realmente somos". Volvamos al genio de Orihuela: tristes guerras sino es el amor el empeño. De hace casi un siglo pero plenamente vigente..
