Nacido en 1937 en Mieres (Asturias), el de Ángel García Rodríguez pasa por ser uno de los rostros más conocidos de la Iglesia en España. De la Iglesia de base, de parroquia, de primera línea. Ello le ha granjeado no pocas críticas, pero también multitud de afectos desde su Parroquia de San Antón (Madrid), que permanece abierta perennemente para atender a los 'sin techo'.
Este colectivo es uno de los grandes olvidados de la pandemia. Nos confiesa, con la tristeza palpable en su voz que "esta mañana (por ayer) me han dicho que se nos ha muerto uno de ellos, que solía venir por aquí, a unas cuantas calles de distancia". Lo que más le sobrecoge es que "algunos de ellos no tienen, ni siquiera, ideentidad. Están muriendo solos en la calle". La labor de su parroquia es la de "darles comida fría (bocadillos, etc) e invitarlos a dormir con nosotros". En cualquier caso, la línea de actuación "es la de la solidaridad, a pie de calle y a flor de piel" en estos días. "Estamos de rodillas, pero a la vez resistiendo de pie", nos dice de modo gráfico.
El Padre Ángel también siente tristeza "por la actuación de la clase política". El sacerdote señala que "uno no entiende, que se peleen habiendo muertos. La sociedad, tarde o temprano, se lo va a reprochar a todos ellos", advierte. Y es que el clima "no es bélico, pero si de guerra contra un enemigo invisible. ¿Tanto trabajo cuesta que se pongan de acuerdo?".
Esta pandemia, si para algo está sirviendo, es para la reflexión. "Hace dos meses nos preocupábamos de tener un buen nivel de vida y ahora estamos conformándonos con salvar cuantas más vidas, mejor", dice el sacerdote. Angel García señala que "dentro de diez o quince años, esto será sorprendente, difícil de entender, el cambio que ha dado este país en cuestión de semanas".
Si confía "en la gente, en la sociedad, que está demostrando tener mejores valores de lo que creemos. Lo veo a diario en mi parroquia, con gente que viene a traer alimentos, con vecinos que se ofrecen a comprar medicamentos o lo que haga falta a otros vecinos que no pueden valerse por simismos. Es una sociedad rica en valores, que va a salir reforzada. Esta crisis nos va a hacer mejores".
Respecto al papel de la Iglesia Católica "es silente, pero estamos ahí. Con donaciones, con el ofrecimiento de conventos y seminarios para acoger a la gente, con la actuación de las Cáritas Parroquiales".
Otra de las labores que le han merecido fama y reconocimientos -como los premios Príncipe de Asturias en 1994 o el Premio Convivencia Ciudad Autónoma de Ceuta en el año 2000- es la de "Mensajeros de la Paz". Se trata de un teléfono "de esperanza, en el que hablamos con gente que se encuentra sola, que lo único que quieren es alguien que les escuche". Un teléfono, el 617 32 32 94, que facilita "para aquellas personas que quieran que alguien les oiga".
Por último, y sobre el papel de las familias "creo que se van a volver a unir. Antes quizá no apreciábamos tanto el valor de las reuniones familiares, el preguntar a nuestros seres queridos cómo están, pero ahora hay gente que lo está haciendo. Creo que es uno de los aspectos en los que vamos a salir reforzados".