Viuda desde hace años, la protagonista de nuestra historia ronda los ochenta años y vive en una de esas casas bajas que han sido santo y seña del Hadú más castizo. Pero desde hace algún tiempo tiene problemas de movilidad, hasta el punto de que "prácticamente, el único sitio al que puede salir a tomar algo de aire" es la puerta de su casa.
El problema sobrevenido, cuenta uno de sus hijos, es precisamente el mal estado de los cables que vienen a confluir justo donde la señora puede salir de vez en cuando, y con ayuda. "Son cables de todo, pero están colocados de una manera que desprende chispazos eléctricos" en cuanto el viento sopla algo más fuerte de lo habitual. Presa, pues, por culpa de unos cables en su propio domicilio.
Los hijos llevan ya "un par de años denunciando esto" ante la Ciudad Autónoma o a través de grupos de la oposición como el PSOE, cuenta uno de sus vástagos "sin que de momento se haya producido novedad alguna". Laarbi, que así se llama nuestro interlocutor, se queja de que su madre "no pueda disfrutar del único ratito posible para estirar un poco las piernas y tomar el aire", al margen del peligro de que el cableado, ya antiguo, pueda terminar de desprenderse y ocasionar algún daño mayor.
