viernes. 26.04.2024

Michael K.

Entre aniversarios de atentados, subidas estratosféricas del precio de la luz, espectáculos en el Pleno y vergonzantes intentonas de homenajes a asesinos en serio (el papel de la Fiscalía lo van a tener que explicar muy despacito y más de una vez, presidente Sánchez, si es que se atreve a tal explicación), hay una noticia que no me gustaría olvidar a la hora de retomar esta columna. Se llamaba Michael K. Williams, y nos dejó la semana pasada a los 56 años. Para muchos, simplemente un actor. Para muchos otros, entre los que me incluyo, la mejor interpretación jamás vista en una serie de televisión.

 

Michael K. Willliams era, ante todo, Omar Little. Un personaje poliédrico: un matón con modales tan refinados como su puntería a la hora de llevarse por delante a cualquier objetivo. Un asesino de barrio, pero con cierta conciencia de justicia social. Homosexual temido como la peste en un barrio lleno de jóvenes musculados y chicas con vestidos más cortos que su nombre.

 

Omar Little es, en mi opinión, el personaje en torno al que pivota la gran serie del siglo XXI. Si, podría quedarme con el detective McNulty: un anithéroe tan lleno de principios como falto de escrúpulos y modales. Podría quedarme con su compañero, Lester Freamon, que pinta muebles en miniatura mientras el mundo se derrumba alrededor, como terapia antiestress entre pruebas periciales y autopsias. No le falta encanto a Stringer Bell: aquel gangster de esquina descolocado como un perro en una lancha cuando trata de parecer un hombre respetable. Pero Omar es el personaje: los niños advierten de su llegada y todo el personal corre a refugiarse. "Que viene Omar" es el aviso de la acción, del suspiro contenido del instante de cada capítulo. Igual que Luka Doncic, Esperanza Aguirre o Leo  Messi, cada vez que aparece en pantalla, sabes que va a ocurrir algo.

 

The Wire no es solo una serie. Ni siquiera es el retrato de una ciudad, Baltimore. Es un panorama de niños que no quieren estudiar, porque sus referentes no son el presidente o el médico que sale por la tele, sino el traficante de la esquina. Es la fotografía de la podredumbre de las instituciones, o la impotencia de estas para sacar del cesto las manzanas podridas. Es la fábula sin moraleja amable, la respuesta cruda inesperada a preguntas que nos hacemos a diario con miles de kilómetros de distancia.

 

Hay profesores de Economía que apunta a que la trilogía de "El Padrino" debería convalidar varias asignaturas: inmigración, importación, exportación, diversificación del negocio, herencias, acuerdos con la competencia... No se si tendremos algún sociólogo en la sala, pero le planteo lo mismo con esta serie. Pero respondan, por favor, antes de que Omar entre por la puerta.

 

 

Michael K.