viernes. 26.04.2024

Un ordenador andante

Cuatro y media -ni un segundo más ni menos- de la tarde de cualquier día entre 1998 y 2001. Sonaba el portero automático de El Pueblo de Ceuta. "Yo (estornudo). Juanma". Subía los escalones que entonces separaban el portal de Independencia 11 de la redacción, daba las buenas tardes y se sentaba delante del ordenador. Cinco menos veinticinco minutos de la tarde de cualquier día entre 1998 y 2001. "Excursión a la cafetería. Plazas ilimitadas. Salida ya". Siempre el mismo chiste, el mismo café. De fondo, Salvador Marcos comenzaba a cantiñear "Delilah" por vigésimo quinta vez en el día.

 

Juanma Navas era así. Metódico, irónico, hombre de costumbres. Un ordenador andante al que podías acudir en caso de duda (si, chavalería: hubo una época en la que apenas teníamos internet y  Google andaba en pañales) para saber en que posición había quedado el Ceuta en la temporada 83/84. "Recuerdo que perdimos 0-1 contra el Alcoyano con un gol de falta en el minuto 69 y nos descolgamos de la clasificación". Podías ponerlo con toda la tranquilidad. Si Juanma lo decía, el Ceuta había perdido contra el Alcoyano por 0-1 con un zambombazo tras libre directo. Se caía el mundo a su alrededor, pero podía aguantar viendo friamente un TDK Manresa-Andorra que al parecer era fundamental para el devenir de la ACB mientras el resto andábamos desquiciados, con prisas y a grito limpio con algún asesinato o movidón político. "Bajad la voz, por favor. Está la cosa que arde". Siempre con un tono monocorde, pero el suficiente para dejarnos a todos callados durante diez segundos pensando que había en esa cabeza aparte de todos los datos que un periodista pudiera soñar a su alcance.

 

Aquel portero automático lo aguantaba un paquete de tabaco, creo que de Coronas Rubio, que era lo que fumaba servidor cuando el mes estiraba sus días. Veinte años después, un paquete de tabaco se me caia al suelo esta mañana. No suelo perder los nervios facilmente. Hoy ha sido imposible.

Imposible, porque imposible me parecía la noticia. Un infarto, algo repentino y discreto para emprender mucho antes de tiempo el camino inevitable. Imposible, porque era impecable. En las formas, en la paciencia, en la redacción, en el metodismo que trató de inculcarnos a un puñado de imberbes que empezábamos en esto. "Tu serás futuro redactor de sucesos fuertes", me decía riendo. El y yo sabíamos que se podía referir a cualquier cosa menos a cubrir un accidente a las tres de la mañana.

No se que más decir, que decir que no nos hayamos dicho ya entre compañeros que durante horas nos hemos llamado no se cuantas mil veces. "Imposible", nos decíamos. Pero imposible era que su partida no fuese silente, discreta pero nos dejase tan cortados como esas frases sueltas que dejaba en el último cuarto de un partido que ninguno nos sentaríamos a ver. Tantas 'excursiones' a la cafetería más cercana, tantos 'Murubes' bajo la lluvia, tanto análisis del Osasuna antes de sellar la quiniela, tanta confidencia, tanto compartido. Solo se que esta profesión es más dura desde primera hora de la mañana, y que mientras Pedro Sánchez hablaba del desconfinamiento el teléfono ha sonado por última vez para preguntarme qué había pasado. Era, desde Génova y con la voz entrecortada, aquel chaval que un día le presenté y convertido hoy en el mejor deportista de la historia de esta tierra. Como han sido futbolistas de esta y otra época, compañeros hoy reconvertidos en editores, etc. No, no era imposible. Para lo bueno y lo malo, hasta el último momento,  siempre podía sorprender.

 

Buen viaje, compañero. Ya te echamos de menos.

 

 

Un ordenador andante