Ceuta no sabe que de seguir así estará condenada al fracaso, por muchas estatuas que Vivas siga poniendo en los puntos de oros de la Ciudad, mientras se niega a restaurar los otros tantos puntos negros.
Una ciudad donde no ponen rampas para quienes tienen problemas de accesibilidad. Una ciudad donde se tapan los ojos ante la migración y la situación de muchas personas que ven como lo que se supone que es una salida, acaba siendo un tapón, de ahí la protesta de los asiáticos a los que no les han dejado ni abrigarse con mantas.
Una ciudad donde no hay oferta laboral ni oportunidades de aprendizaje, donde la pobreza y el desempleo están en su máximo apogeo y encima Ciudadanos ha encontrado la solución, discriminar aún más a la víctimas del sistema poniendo como condición que no se contraten en los planes de empleo a quienes no saben leer ni escribir, en vez de estimular su formación de manera paralela.
Una ciudad donde hablan de turismo, pero aún no han entendido, quienes nos gobiernan, que sin Marruecos o la gestión del trasporte, nada de los objetivos planteados en Fitur serán una realidad.
Una ciudad que tiene un comercio a la deriva, por culpa de la incapacidad a la hora poner soluciones a la frontera y unas ventajas fiscales que seguimos sin aprovechar.
Una ciudad que sigue segregando al alumnado y fomentando la desigualdad.
Un Gobierno que pide legalidad, pero luego sus consejeros se saltan una sentencia judicial y se sientan en unas mesas de una terraza sin licencia.
En definitiva, una Ceuta a la deriva dentro de un barco con mucho personal, pero sin un rumbo fijo. Un barco cargado de un peso acumulado siempre en el mismo lado que terminara, por mucho que quieran aguantar el equilibro sin que se nota esa desconpesacion, hundido.
Me duele mi ciudad, pero si os digo la verdad, y a pesar de ser consciente de la grave situación a la que nos ha llevado Puigdemont, me duele más ver tantas banderas en las ventanas de los edificios, que carteles exigiendo derechos.